Joan Buades Beltran (1963) y Lorenzo Fluxá Figuerola (1906-1993) nacieron en la misma ciudad, Inca (Mallorca), con 57 años años de diferencia. Y ambos han dedicado su vida al turismo. En el caso de Fluxá, que llegó a ser alcalde del municipio durante parte de la Guerra Civil, como forma de negocio. Sus descendientes son hoy una de las familias más ricas del país –la 15 según El Mundo , y la 4 para la revista Forbes – gracias a su compañía Iberostar.
El interés de Joan Buades por el turismo ha sido radicalmente diferente. El empeño de este investigador pasa por demostrar los efectos negativos que han supuesto para la sociedad española la labor de grandes empresas como la de la familia Fluxá , entre otras. Entre 1999 y 2003, Buades fue diputado autonómico en representación de Els Verds, y se convirtió en uno de los principales impulsores del impuesto a la actividad turística, la famosa ecotasa que tan poco gustó a los empresarios .
Su trabajo de investigación se ha centrado en el cambio climático, la globalización y, por supuesto, el turismo, sobre el que ha escrito algunos libros como Exportando paraísos. La colonización turística del planeta (La Lucerna, 2006) o Do not disturb Barceló. Viaje a las entrañas de un imperio turístico (Icaria, 2009). Ahora, entre corrección y corrección de exámenes, habla con La Marea sobre la situación actual y futura del sector.
¿A qué cree que se ha debido el cambio de discurso respecto al turismo por parte del Gobierno?
Es evidente que las decisiones del Gobierno central están más marcadas por las presiones del entorno del IBEX 35 que por motivos de precaución epidemiológicas. Se tardó mucho en decretar el estado de alarma, con los costes humanos que eso ha supuesto. Y creo que se está cerrando de manera precipitada para salvar esta temporada turística, entre otras cosas porque, aunque la prensa económica hable de otros sectores, en realidad España sigue viviendo de lo mismo que durante el franquismo: cemento y turismo, que son sectores que no requieren cualificación.
El turismo, además, es un sector temporal, por lo que si se perdiese la temporada completamente, la tasa de paro sería astronómica. Por eso ahora se intenta salvar el nivel de caja y algunas cotizaciones empresariales y sociales.
Creo que es un error muy grave porque otra vez pone el acento en vivir como en los años 60 a costa de temporadas turísticas que no proporcionan ni buen nivel de ocupación ni calidad de vida para las poblaciones afectadas. En cambio, lo que debería plantearse es por qué nuestros empresarios turísticos, los cuales figuran en los rankings de las principales fortunas internacionales, no contribuyen solidariamente en forma de impuestos. De esta forma la crisis podría ser compensada con una fiscalidad justa que beneficie a quien realmente lo necesita y a quien produce riqueza, que son los trabajadores.
¿Cómo se está moviendo el lobby turístico ante esta crisis?
El propio señor [Abel] Matutes en una entrevista reconocía que hace unos días se habían reunido telemáticamente los principales empresarios turísticos con la ministra [Reyes] Maroto y con la ministra de Trabajo para prolongar los ERTEs, y así solo pagar a los trabajadores que necesiten para mantener el negocio. Es decir, que el Estado, que ya lleva años sosteniendo a la industria a base a pagar el subsidio para fijos-discontinuos, ahora haga lo propio con una parte de la plantilla para que sus sueldos los pague la caja pública.
En otro sentido también están pidiendo una rebaja radical de impuestos con la excusa del coronavirus. Y, tercero, solicitan grandes campañas de marketing para que crezca la capacidad de atracción de España, que ya está totalmente sobredimensionada al acoger a más de 80 millones de turistas al año. Ahora, con dinero público, quieren que esta capacidad de recepción crezca todavía más y que se remodelen ciertas zonas.
«Es el momento de que un Gobierno de izquierda plural se atreva a hacer cambios sustanciales en el sector en favor del medioambiente y de la gente»
Joan Buades, investigador
Básicamente, la intención es conseguir un plan de rescate turístico valorado en miles de millones de euros que salen de las arcas públicas. En un estado tan endeudado como el español, con más del 100% del PIB de deuda sostenida, es evidente que todo el dinero que vaya a rescates de sectores como el turístico o el automovilístico irá en detrimento del bienestar social.
De hecho, Pedro Sánchez ya aseguró que el sector turístico “ha sido el más beneficiado por los avales del ICO”.
Sí, sí. Y hay indicios de que muchos de estos créditos no son más que el blanqueo de créditos anteriores, consiguiendo así ampliarlos, prolongarlos o sustituirlos a un interés muy bajo. Es decir, en lugar de que estas líneas de crédito vayan a pequeñas y medianas empresas con problemas para sostener el empleo, están yendo a grandes compañías en sectores como el turístico.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, recibió numerosas críticas por decir que el turismo español aportaba un “bajo valor añadido” , algo que denuncian desde numerosas organizaciones hace ya muchos años. ¿Por qué creen que el turismo aporta poco valor añadido?
Te pongo el ejemplo de Baleares, que es la zona de España y probablemente de Europa con más turistas por millón de habitantes. Aquí tenemos el nivel de salarios más bajo del Estado español, es decir, no hay ningún sitio donde los trabajadores salgan tan baratos como en Baleares, a pesar de ser un destino turístico de primer nivel.
Por otro lado, somos también un laboratorio de desmantelamiento de la educación pública. No hay ninguna otra comunidad, excepto Ceuta y Melilla, donde las tasas de fracaso escolar sean tan altas y donde haya un nivel tan bajo de universitarios. En Baleares solo hay un tercio de los universitarios que debería haber por número de habitantes, según la media española. Esto es terrible.
Finalmente, tenemos unos costes sociales en materia de vivienda que hacen que las islas sean el sitio más caro de España en este ámbito, incluso a la hora de comprar alimentos. Por eso dice el ministro Garzón, y estoy totalmente de acuerdo con él, que el futuro de España y de Baleares no puede ser nunca el turismo, porque produce un mercado de trabajo especialmente vulnerable, precario y que supone una inversión cero en I+D+i. De nuevo, Baleares es la región con menos investigación de todo el país porque los empresarios se limitan a mercantilizar un sol y unas playas que ya existen, y a aprovecharse de unos trabajadores que no requieren ningún tipo de cualificación.
El ministro tiene toda la razón, ahora solo hace falta que el Gobierno entero se dé cuenta. Es el momento de que un Gobierno de izquierda plural se atreva a hacer cambios sustanciales en el sector en favor del medioambiente y de la gente.
Pintada en la que se puede leer «Las raíces no nacen del cemento», en las obras paralizadas de Ses Covetes, en Mallorca, en 2007. CHIXOY / Licencia CC0
Como exdiputado del Parlament balear, ¿qué ha supuesto para Baleares, a nivel político, tener unas empresas turísticas tan fuertes radicadas allí?
Desde el punto de vista de la calidad de vida ha sido un desastre. En realidad, aquí en Baleares no ha habido transición democrática, porque las élites que se hicieron de oro entre finales de los 50 y mitad de los 70 con el franquismo son las mismas que continúan ahora. Es una sociedad que ha crecido demográficamente porque hay mucho trabajo pero en realidad la gente no se ha hecho rica. De hecho, Baleares ha pasado de ser la segunda o tercera comunidad autónoma en renta per cápita a la octava o novena por detrás de regiones como La Rioja o Aragón, que no tienen sector turístico fuerte.
Unos pocos empresarios, los Escarrer, los Matutes, los Fluxá, los Barceló, etcétera, lo que han hecho ha sido exprimir a tope la región y reinvertir a través de paraísos fiscales en otras zonas donde los trabajadores son incluso más baratos y es más fácil destruir el medio, como República Dominicana, Turquía… Pero, en realidad, no ha aumentado la riqueza social. Aquí, la gente es más pobre hoy día que en el año 2000, a pesar de que vienen muchos más turistas.
Lo que pasa es que creamos mucha riqueza como sociedad, pero estos empresarios, aliados con otros empresarios internacionales, lo que hacen es sustraer esta riqueza a través de paraísos fiscales e invertirla en países del sur donde aún pueden sacar más beneficios. A estos grandes empresarios lo único que se le conoce de patronazgo social es que en el año 2000 regalaron un yate al rey emérito que tanto ha hecho por España. Pero se desconoce cualquier otro tipo de aportación social más. Por lo tanto, que estemos tantos años después en manos de unas pocas empresas ha sido una desgracia para la región. Esto ha provocado que nadie se pueda permitir una vivienda o que los jóvenes no tengan salidas laborales cualificadas. No les debemos más que pobreza y pérdida de recursos naturales.
En Baleares hemos visto cómo el Govern ha modificado hace unas semanas la Ley de Urbanismo y la Ley de Turismo para dar flexibilidad tanto al sector de la construcción como al turístico. ¿Qué opina de estas medidas?
El ministro Fraga, con Franco, habría hecho exactamente lo mismo. Como no invertimos nada en I+D+i ni en cualificación, lo que hacemos es ir a lo fácil: cimentar la región, agotar sus recursos y ponerlo todo en manos de una temporada turística que nos hace extremadamente dependientes del exterior, mientras terminamos de arruinar un sector como la agricultura y arruinamos la industria.
¿Qué ha hecho el Gobierno balear? Copiar las pautas del franquismo. Lo que es incomprensible es que un Gobierno formado por el PSOE, Podemos y Mès no se haya atrevido a cambiar radicalmente el sector, por ejemplo, solarizándolo , es decir, intentar que abastezca a base de energía solar. O, por ejemplo, desplegando transporte colectivo en las Islas Baleares; o renovando el sector agrícola y buscando que nos podamos alimentar con agricultura de proximidad.
Sin embargo, en lugar de proyectar soluciones a problemas globales como el cambio climático, lo que han hecho es lo contrario, continuar con lo de siempre. Y esto es algo muy peligroso, porque el cambio climático lo que va a provocar es un aumento del nivel del mar y eso podría provocar que el turismo litoral desaparezca. Por eso, este no es un Gobierno que haya demostrado una buena competencia científica, porque el turismo de sol y playa podría acabarse en cualquier momento. Y en lugar de apostar por otros sectores, siguen con lo mismo de siempre, ofreciendo regalitos a empresarios de la construcción y del turismo cuyo único objetivo es explotar al máximo al país.
Permitir ampliar hasta un 15% los establecimientos hoteleros es una auténtica barbaridad, porque lo que tenemos que hacer es ir hacia un escenario de decrecimiento eliminando la planta hotelera obsoleta, acabar con los Airbnb… y recuperar superficie construida para el bienestar social. Y esto es lo opuesto a lo que hace el Govern, que es repetir todos lo errores del pasado.
Cartel contra el turismo en Barcelona. MILTOS GIKA / Licencia CC BY 2.0
Ayuntamientos como el de Barcelona, con Ada Colau, sí se han mostrado más beligerantes con el turismo. ¿Cree que podrán mantener esta posición durante esta crisis?
El Ayuntamiento del Els Comuns y el PSC en Barcelona, a nivel de discurso, ha sido coherente, al buscar no sacrificar el futuro de Barcelona ofreciéndoselo a un turismo que está devorando los barrios. Lo que pasa es que esto no se ha correspondido con un cambio en la planificación urbanística de Barcelona ni con un cambio en la gestión del turismo en la ciudad, que está privatizada y la controla un consorcio dominado por la patronal hotelera. Es decir, que estos elementos claves de planificación y gestión no han cambiado.
Un problema que tienen los gobiernos, ya sean estatales, regionales o locales, es que no han dedicado a imaginar cómo debería ser el horizonte y las nuevas maneras de gestionar este sector, junto a los bienes naturales y derechos sociales que están asociados. Entonces, si no hay una ruptura en la forma de gestionar, al final lo que queda son palabras más o menos afortunadas pero sin concreciones reales. En Barcelona, la realidad es que el turismo sigue creciendo y ahora el Gobierno central quiere ampliar los aeropuertos, especialmente el de Barcelona. Y esto no puede seguir así.
Esta pandemia debería ser un momento ideal para darnos cuenta de cómo sería una ciudad sin contaminación y sin coches. Ahora hay que pasar a políticas reales y, en esto, las grandes empresas turísticas deberían contribuir económicamente. No se puede fiar toda la reconversión a la voluntariedad y hay que introducir estímulos fiscales para que las empresas, si se solarizan , si dan su apoyo al transporte público, pues paguen menos impuestos. Y, quienes no lo hagan, paguen más.
En el acuerdo de Coalición Progresista firmado por el PSOE y Unidas Podemos se fija la “Estrategia de Turismo Sostenible 2030”, en la que se establece la consolidación de la posición del sector en España “basado en la sostenibilidad y en la implementación de la inteligencia turística”. ¿En qué cree que puede traducirse esto?
Para empezar deberíamos pensar en un escenario de decrecimiento en la mayoría de los lugares turísticos del Estado español porque están absolutamente saturados. Y, en otros sitios, se pueden pensar en alternativas turísticas que beneficien a la población, principalmente en lugares que se están despoblando.
Pantalla con las salidas y llegadas de aviones en un aeropuerto. EDUARDO ROBAINA
También hay que pensar en la aviación; sabemos que hay un límite climático y el turismo que viene en avión no para de crecer. Por eso hay que pensar en reducirlo y primar otros transportes como el tren, el autobús o el barco en el caso de las islas.
El tercer elemento sería la reconversión verde de todos los elementos turísticos: la solarización , el reciclaje y el tratamiento de aguas, la reducción de la superficie de suelo ocupado en favor de superficie verde. Y luego, otro elemento sería el tema de la calidad de vida de los trabajadores del sector. Debemos cualificar a nuestros jóvenes en estudios turísticos completos para que puedan acceder a puestos intermedios o directivos. A esto habría que sumarle algún tipo de regulación pública que imposibilite el maltrato a los trabajadores como se hace ahora, con jornadas interminables y salarios de miseria. Esto debe terminarse para que no toda España se convierta en Baleares.
También habría que hace transparente el sector, para saber por dónde transita el dinero que mueve el turismo. Y prohibir que este dinero acabe en paraísos fiscales como en los Países Bajos; porque esto lo único que va es en detrimento del bienestar social. Porque sabemos que el turismo representa un 14% del PIB aproximadamente, pero esto no es verdad ya que una parte muy importante de ese dinero no se mueve aquí. El Gobierno tiene mucho trabajo.
¿Hay posibilidad de un cambio de paradigma turístico en un medio plazo?
Lo que veo es que estamos ante una gran oportunidad, como suelen decir los asesores que cobran mucho. El coronavirus nos ha enseñado cómo serían nuestras ciudades sin tanto ruido, sin tanta contaminación… Nos ha permitido ver cómo es nuestra vida y cómo queremos vivir. Por tanto, hay una ventana de oportunidad para darnos cuenta de que esto se va a acabar en unas pocas décadas por motivos climáticos si seguimos al ritmo actual. Tenemos un margen de 15 o 20 años como mucho para hacer los deberes y encaminarnos hacia una economía que permita sostener a una sociedad de unos 50 millones de habitantes con un mínimo de bienestar. Este es el momento; si se deja pasar y se limita a hacer un rescate multimillonario de los grandes empresarios que se llevan nuestros recursos fuera, vamos mal. Si se aprovecha para poner en marcha una especie de Plan Marshall y hacer del turismo un trampolín de reconversión ecológica y social, pues estará muy bien. Esta ventana de oportunidad debería ser aprovechada para dar un salto enorme teniendo en cuenta vectores como el climático-ambiental, el bienestar social y la transparencia financiera. Si esto no pasa, en 30 años nos encontraremos con playas vacías porque el calor es insoportable y con estaciones de esquí derretidas.
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