La comunidad científica es cada vez más escéptica acerca de la verdadera huella climática del gas natural. Aunque sus emisiones de CO2 en la combustión están por debajo de las del petróleo o el carbón, en todas las etapas del proceso del gas natural se producen fugas de metano, un compuesto con un potencial climático 86 veces superior al CO2 en sus primeros 20 años en la atmósfera.
Robert Howarth, científico estadounidense y referente internacional en el estudio del gas natural, demostró en 2011 que si se suman las emisiones en la combustión del gas y las pérdidas de metano en las diferentes etapas hasta su consumo, en casi todos los casos éstas son mayores en relación a otros combustibles fósiles.
Gas Natural Fenosa y Enagás, las dos empresas españolas que más negocio hacen en el sector gasista, llevan varios años inmersas en una ambiciosa campaña para posicionar al gas natural como fuente de energía imprescindible e ideal para la transición hacia las renovables. Esgrimen como ventaja que la combustión de gas natural emite menos CO2 que la del petróleo, pero olvidan mencionar el resto de emisiones que genera este combustible y sus efectos negativos en el desarrollo de las renovables.
En el caso de Enagás, este plan es su principal estrategia en materia medioambiental, por delante de otras medidas como la mejora de la eficiencia energética de sus instalaciones. “El gas natural juega un papel clave gracias a su flexibilidad y a las ventajas medioambientales que presenta”, defiende en un documento corporativo sobre compromiso social Antonio Llardén, presidente de la compañía (declinó ser entrevistado por La Marea). «El gas natural es la energía fósil más limpia y es el mejor aliado de las renovables», explica Enagás.
Otro documento de la compañía deja claro que el compromiso de Enagás ante uno de los mayores retos del planeta consiste en aumentar el consumo de gas. En Posición de Enagás sobre Cambio Climático, la compañía establece su hoja de ruta. Este es el primer punto: “Promover el uso del gas natural asegurando el suministro en todo el territorio nacional”. Enagás vive íntegramente del gas natural, un combustible fósil que, según expertos de diversa índole, está condenado a desaparecer del mix energético tarde o temprano como parte de la transición hacia energías renovables. No obstante, la compañía cree que “debido a la naturaleza de sus actividades, las variables relacionadas con el cambio climático no suponen riesgos relevantes para el negocio”.
“Desde Enagás estamos promoviendo el uso del gas natural en sectores como el transporte, a través de proyectos como CORE LNGas hive”, dice Llardén. De forma directa o con la ayuda de asociaciones de distintos sectores, como el gasista, el automovilístico o el naval, Enagás impulsa nuevas formas de consumir gas natural en España. Por lo general, este esfuerzo se centra en tres pilares: transmitir en los medios de comunicación y círculos de influencia la idea de que el gas natural es una fuente de energía limpia, premiar a quienes sostienen esa idea y recibir reconocimientos por parte de instituciones públicas y privadas, dentro y fuera de España, lo que permite disimular la contradicción de ser una empresa gasista con una imagen eco-friendly.
¿Una empresa gasista contra el cambio climático?
Las referencias a la política medioambiental de Enagás son constantes en sus documentos corporativos. La compañía presume de haber reducido a la mitad sus emisiones de CO2 en los últimos años (aunque se mantienen al nivel de 2009) y asegura que su compromiso para combatir el calentamiento global es firme y activo. Tanto es así que Llardén pidió “coherencia” y menos “hipocresía” en la lucha contra el cambio climático durante una conferencia ante la patronal gasista, Sedigás, organización que él mismo presidió en el pasado.
El negocio de Enagás depende por completo de un combustible fósil (el gas natural. Como el cometido de la empresa es operar la infraestructura para transportar el gas no puede acercarse a otros sectores como las renovables, cuya energía generada pasa por las redes gestionadas por Red Eléctrica Española (REE), el otro operador controlado por el Estado.
Aun así, Enagás figura en la décima posición del ránking mundial de las 100 empresas más sostenibles del mundo (elaborado por la revista canadiense Corporate Knights). De la mano de compañías como Gas Natural Fenosa o de la patronal Sedigás y otros grandes lobbies de las energías fósiles, Enagás promueve que el gas natural sea reconocido como fuente de energía renovable para que sectores como el del transporte eléctrico cedan espacio a ese combustible fósil.
Los intereses económicos de Enagás no coinciden necesariamente con la lucha contra el cambio climático, pero poner trabas a uno de los mayores retos de la humanidad no es popular. El presidente de Enagás asegura que “es muy difícil tener presencia fuerte de las renovables sin la disponibilidad del gas natural”.
Voces expertas con larga experiencia en el sector, como Javier García Breva, Jorge Morales de Labra o José Luis Velasco, aseguran que sucede lo contrario: el exceso de capacidad del sector gasista español, con numerosas plantas regasificadoras y ciclos combinados en paro o a bajo rendimiento, desincentiva el desarrollo de las renovables en nuestro país. También tiene mucho que ver en esta política el intenso lobby de empresas controladas por antiguos altos cargos gubernamentales y pesos pesados del PP.
En este sentido, destacan medidas como el llamado «impuesto al sol» o la retirada de subvenciones a quienes invertían en renovables, al mismo tiempo que se crean ayudas para los vehículos a gas, un recurso que España importa de países como Argelia, Qatar o Nigeria.
Cifras y galardones de excelencia
En febrero de 2017, Enagás volvió a conceder sus premios ‘Ingenia Business’ (justo después de la crisis de imagen causada por el encarecimiento del recibo de la luz). En esta ocasión el principal galardón fue para un proyecto que promueve el uso del gas natural en los coches. Unos meses antes Enagás y la Asociación Ibérica de Gas Natural para la Movilidad (Gasnam) organizaron unas jornadas para exponer “los beneficios del Gas Natural Vehicular (sic)”, aunque no mencionaron cómo este tipo de transporte juega en detrimento del coche eléctrico o cómo podría quedar obsoleto dado el rápido avance de las tecnología de autogeneración y en el ámbito de las baterías domésticas.
Enagás es consciente de que en un futuro cada vez más cercano, los combustibles fósiles estarán condenados a desaparecer del mix energético. Por ejemplo, Noruega ya ha prohibido usar gas natural para la calefacción con el fin de combatir el cambio climático. Incluso agencias crediticias de la talla de Moody’s advierten de que invertir en Enagás implica riesgos ya que la inevitable implantación de las renovables podría “socavar su calidad crediticia” y “pone en duda” el futuro del gas natural.
Se trata de un mal menor que Enagás, al igual que otras compañías de energías fósiles, contrarresta con numerosas condecoraciones por sus acciones a favor del medio ambiente. Por ejemplo, la empresa está reconocida por CDP (Carbon Disclosure Project, una organización privada) como “líder mundial por su acción contra el cambio climático”.
Al hilo de ese reconocimiento, cabe mencionar un curioso círculo virtuoso: la Fundación para la Sostenibilidad Energética y Ambiental (Funseam), que preside el presidente de Enagás, Llardén, tiene entre sus misiones “analizar y dar visibilidad” al CDP. En el patronato de esta fundación se sientan los presidentes y consejeros delegados de otras grandes empresas que también han de hacer malabares para aumentar el valor ecológico de sus marcas, entre ellas Gas Natural Fenosa, Repsol, Endesa, Cepsa y ACS.
Enagás también forma parte del Pacto por la Biodiversidad, el registro de huella de carbono del Ministerio de Medio Ambiente, y la iniciativa Action Exchange (plan de reducción de emisiones). Además, publica numerosos documentos y protocolos en este sentido.
Entre 2014 y 2016 Enagás redujo su huella de carbono en un 50%, según datos de la compañía-. La mayor parte de ese descenso se produjo en emisiones indirectas asociadas a su consumo eléctrico y a actividades vinculadas a la compañía, que no propias, pues sus emisiones directas de gases de efecto invernadero disminuyeron en realidad un 20% en ese mismo periodo. En la cadena de negocio de Enagás, la mayor parte de la contaminación se produce en sus estaciones de compresión (143.000 toneladas de CO2e), que representan el 49% de sus emisiones totales.
El goteo de noticias y premios de Enagás y sus gestiones a favor del medio ambiente son constantes. La última llegó en febrero de este año -tras un mes de críticas al sector gasista por el encarecimiento de la factura de la luz-, cuando la compañía recibió la Acreditación Flota Ecológica, concedida por la Asociación Española de Gestores de Flotas de Automóviles (AEGDA) y el Instituto para la Diversisficación y Ahorro de la Energía, un ente público dependiente del Ministerio de Energía, el mismo que año tras año asegura la rentabilidad y solvencia de Enagás, al determinar cuánto cobra por gestionar el sistema gasista español.