A finales de 2018, el Grupo Indra contaba con 41.572 trabajadores en todo el mundo como plantilla media anual. De ellos, algo más de la mitad —26.622— estaba en España, según aparece en su último Informe de Responsabilidad Corporativa. Cerca de la quinta parte de la plantilla de Indra en España —5.500 según datos del sindicato Confederación General del Trabajo (CGT)— está dedicada a defensa y transporte, ámbitos que en 2018 sumaron un 38% de los ingresos del grupo, con una rentabilidad que casi doblaba a la parte de Indra destinada a tecnologías de la información.
Gran parte de la carga de trabajo en Indra en los próximos años son con cargo a su división relacionada con defensa. Los sistemas de guerra electrónica contratados en mayo por Navantia para sus fragatas, los vehículos blindados 8×8 encargados por el Ministerio de Defensa para equipar al Ejército de Tierra o los trabajos relacionados para el futuro avión de combate europeo, encargados también por el Ministerio de Defensa, son y serán, según explica Manuel Guirao, secretario general de CGT Indra, los principales focos de trabajo.
“Es el momento de ponernos al nivel de las empresas con las que competimos”, explica Guirao, que equipara las condiciones de trabajo que Indra ofrece actualmente a las de “un taller mecánico”, a pesar de hacer trabajos de alta cualificación para la Unión Europea. De cara al proyecto Futuro Sistema Aéreo de Combate Europeo (FCAS por sus siglas en inglés), desde CGT están reuniendo firmas para forzar a la empresa a negociar una serie de mejoras en las condiciones laborales. Ya hubo una mesa de negociación anterior, pero, según explica, CGT se levantó de la mesa cuando “en lugar de seguir presionando por subidas salariales, el resto de sindicatos se puso a negociar sobre la nueva ley de control horario; dejaron la mesa de negociación sin contenido real”.
Según señala, frente a la rotación de trabajadores que se suele contar en empresas relacionadas con transporte y defensa, que suele ser “mínima, en torno a un 1% o 2%”, según define Guirao , el número de trabajadores que decide dejar la empresa cada año en algunos centros de Indra se ha quintuplicado en los años posteriores al expediente de regulación de empleo (ERE) que tuvo lugar en el grupo en 2015, alcanzado entre el 17% y el 18%, según cifras del sindicato.
¿Por qué la gente abandona Indra? Desde CGT apuntan al ERE, pero también a la política de salarios. El despido colectivo aplicado en Indra afectó a 1.750 trabajadores. Estaba basado en una variación de existencias, según recoge la sentencia del Tribunal Supremo que dio por bueno el ERE en 2017, que desde CGT afirman que estaban “claramente manipuladas”. La firma del ERE en Indra Sistemas fue por parte de UGT, CC.OO., STC y USO. CGT y Co.Bas, por su parte, decidieron quedarse al margen y no firmar el expediente.
Este año las centrales sindicales mayoritarias, CC.OO. y UGT, han firmado un acuerdo de jubilaciones anticipadas para los trabajadores que cumplieran 60 años antes de diciembre. “Les quitan un 30% de su base reguladora y les invitan a salir, cubriéndoles la Seguridad Social hasta que cumplieran los 64 años para que así perdieran lo menos posible”, explica Guirao. Fue un acuerdo que desde CGT califican de malo y que, según afirman desde el sindicato, no contó con la opinión de los trabajadores, al igual que había pasado en 2015 con el ERE.
La política de sueldos es otro de los grandes puntos. Con salarios que desde CGT apuntan que pueden ir de los 11.500 a los 50.000 euros anuales por trabajos parecidos, el sindicato señala que la disparidad salarial es una de las consecuencias de que en la empresa prácticamente no haya negociación colectiva. “Los sueldos llevan congelados bastantes años”, explica Guirao.
En paralelo, la empresa tiene una política de subida salarial personalizada. “Se aplica de manera unilateral, depende única y exclusivamente de tu jefe directo”, continúa el sindicalista de CGT, que señala que hay gente que lleva ya diez años sin que le aumenten el sueldo. “La empresa dice que se ha subido muy por encima del convenio, pero te pones a mirar y hay gente a la que se le sube el sueldo un año, y otro, y otro… y otra a la que no se le sube nunca”.
En el caso de los empleados que llegan nuevos a la empresa, la situación es peor. Frente a los 30.000 o 40.000 euros brutos anuales que cobra un trabajador con antigüedad, los nuevos contratados entran en Indra, haciendo un trabajo parecido, con sueldos de 17.000 euros anuales, según explicaba a El Salto José Luis Ortiz, secretario general de CGT en Indra Sistemas Metal.
En 2016, Indra incorporó un programa de introducción en la empresa a jóvenes sin experiencia laboral, el llamado ‘Smart Start’. “Tienen un tutor que les explica cómo funciona la compañía y cómo realizar su trabajo, y, dependiendo de cómo evolucionen, tienen subidas salariales cada seis meses”, explica Guirao. Muchos de ellos, explica, son titulados superiores o ingenieros que se quedan en la empresa hasta dos años con un salario por debajo de convenio.
A las malas condiciones laborales en la plantilla de Indra se suman las subcontratas. El último informe de Responsabilidad Corporativa de Indra, de 2018, cifraba en 3.210 los trabajadores subcontratados a nivel mundial —un 7,34% del total—, para apuntar después que en esta cifra solo se incluyen los trabajadores subcontratados calificados como ATI —asistencia técnica individualizada—.
“A nivel de industria nacional, la subcontratación se ha mantenido en su mayor parte”, explica Guirao. Aunque afirma que se han internalizado a algunos de los trabajadores, 400 a nivel nacional, es una cantidad que el sindicalista tilda de “ínfima” y, además, destaca que la empresa ha realizado nuevas subcontratas. A día de hoy, el número de trabajadores subcontratados por Indra en España se mantienen en los 1.800, según cifras de CGT.
“Por una parte, se obliga que parte del trabajo se haga fuera por contrato, en los trabajos con el Ministerio de Defensa, para que otras empresas crezcan, pero también las hay que vienen a hacer trabajo propio de la compañía, y eso termina en cesión ilegal de trabajadores”, continúa Guirao. Fue el caso de Lebrusan, empresa contratada por Indra en Torrejón de Ardoz que en 2010 contaba con 133 trabajadores, todos en tareas dependientes de Indra. Algunos de ellos llevaban hasta 18 años trabajando mezclados en la plantilla propia del grupo tecnológico hasta que finalmente fueron integrados algunos de ellos en la plantilla propia de Indra.