rubén justeRubén Juste, autor de un ‘best-seller’ sobre el IBEX35, dedica su último libro a las gestoras de activos que dominan el mundo. LA TUERKA

Rubén Juste: “Hay una irresponsabilidad hegemónica. Ya nadie se hace cargo de nada”

En Las uvas de la ira (1939), de John Steinbeck, hay un agricultor que ha perdido su casa y sus tierras y que agarra la escopeta para matar al culpable de su ruina. El tractorista enviado para avisarle del desahucio intenta explicarle que no hay un responsable: ni el alcalde, ni el dueño de la nueva empresa encargada de los terrenos, ni siquiera el presidente del banco local.

—Un tipo me dijo que el banco recibe órdenes del Este, del gobierno.

—Pero, ¿hasta dónde llega? ¿A quién le podemos disparar? A este paso me muero antes de poder matar al que me está matando a mí de hambre.

—No sé. Quizá no hay nadie a quien disparar. A lo mejor no se trata en absoluto de hombres.

Este poder informe y omnímodo nunca ha sido más real que hoy. Todas las marcas que usted pueda imaginar, todos los bancos, todas las fábricas, todas las constructoras y la mayoría de las compañías tecnológicas en realidad obedecen órdenes de algún fondo de gestión de acciones. Estos fondos adoran las crisis y fomentan la ruina, porque así pueden tomar más fácilmente el control de las empresas.

Estos accionistas no trabajan en nada, no mejoran nada, no inventan nada y no aportan nada a la sociedad. Solo quieren su parte de los dividendos. Pase lo que pase y caiga quien caiga. Y si no cae, ellos tienen los medios para hacer que caiga. Ya le han quitado a usted la antigüedad en su empresa, su capacidad de negociación colectiva, sus vacaciones, parte de su sueldo y trabajan con denuedo por quitarle el contrato. Nada de contratos. Nada de cotizaciones sociales y, por consiguiente, en el futuro, nada de pensiones. No hay gobierno que los frene ni sindicato que pueda enfrentarse a ellos.

Tienen nombre, sí, pero no son populares. Se llaman Vanguard, Berkshire Hathaway, BlackRock, UBS, Capital Group, State Street, Sun Life… A la mayoría de la gente esos nombres no les dice nada, aunque sean los verdaderos dueños de su vida. Tienen más poder que muchos países. Vanguard, por ejemplo, gestiona unos activos por valor de 5,3 billones de dólares, el equivalente al presupuesto de Estados Unidos.

No tienen rostro ni nacionalidad ni, por supuesto, escrúpulos. Ah, y no pagan impuestos. ¿Pero creen que se detendrán ahí? Pues no. Su voracidad acumuladora no tiene límite. Si a usted no le queda ya nada pero aún conserva un techo encima de la cabeza, vaya despidiéndose de él. Quieren viviendas. Muchas viviendas. Todas las viviendas.

Después de desnudar a nuestra clase empresarial en IBEX35. Una historia herética del poder en España (2017), el sociólogo y asesor político Rubén Juste (Toledo, 1985) se ha impuesto una tarea aún más ambiciosa: señalar quiénes son y cómo trabajan los nuevos dueños del mundo. Lo hace en su último libro, La nueva clase dominante, editado por Arpa.

¿Somos todos ya como ese agricultor de Las uvas de la ira? ¿No podemos responsabilizar a nadie de nuestra ruina?

Ese es el quid de la cuestión: la irresponsabilidad hegemónica. Ya nadie se hace cargo de nada. Es algo que tienen en común el poder político y el económico. Se ha impuesto la cultura inversora y, con ella, la ausencia de responsabilidad visible. Cada vez es más difícil encontrar quién está al mando de las grandes decisiones.

Y en un retorcimiento muy cruel del marco cultural dominante, no es que no haya responsables, es que los responsables somos nosotros. Cada uno de nosotros individualmente.

Es fundamental tirar hacia abajo cualquier tipo de responsabilidad y de toma de decisiones. Ya ocurrió en la crisis de 2008, cuando se nos dijo que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. El cambio, en ese sentido, ha sido radical. Siempre había habido una responsabilidad institucional. Ya no, y lo estamos viendo con la pandemia, que ha puesto en cuestión la verdadera capacidad de las instituciones para responder a los problemas sociales y sanitarios.

Las empresas tradicionales tienen una cara visible: Tim Cook, Bill Gates, Jeff Bezos, Elon Musk… Las gestoras de activos, no. Muy poca gente le pone cara a Larry Fink (BlackRock) o a Stephen Schwarzman (Blackstone). ¿Eso responde a una estrategia premeditada de no publicidad? ¿Se busca que la gente no relacione la pérdida de su trabajo o de su casa con una cara?

Es que su primer objetivo es ese: dominar sin aparecer como dominantes. Ese es un gran cambio global. Los poderes responsables de que se ejecuten hoy las grandes decisiones empresariales [despidos, fusiones, deslocalizaciones] e incluso gubernamentales [pago de la deuda por delante y a costa de los servicios públicos] siempre permanecen en la sombra. Es significativo que conozcamos todas las reuniones que ha habido entre el Gobierno, el Partido Popular e incluso el rey con los empresarios pero que nadie se ocupara de la entrevista que mantuvieron en 2010 el hoy rey emérito, Juan Carlos I, y Larry Fink. Aquello ocurrió un poco antes de la crisis de la deuda y de que el fondo que representa Fink, BlackRock, se situara como uno de los actores principales en la transformación de las cajas de ahorros en entidades privadas.

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Manuel Ligero


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