Juan Laborda: “Bankia es la entidad con menos problemas financieros y la estamos regalando. Es un engaño”

juan laborda

La espiral del silencio es un fenómeno comunicativo paradójico. En numerosas ocasiones, determinados factores provocan que las opiniones que parecen mayoritarias acaben desalentando o impidiendo la aparición de puntos de vista alternativos; esto termina reforzando de facto la posición dominante. En ausencia de críticas visibles sobre la fusión CaixaBank-Bankia, el futuro gigante bancario parece llamado a liderar el sistema financiero español, que a su vez, se encuentra en una eterna carrera hacia el estrellato.

Sin embargo, algunos expertos sugieren que los problemas de la banca no se solucionan empaquetando entidades, como sucediera en su momento con las hipotecas subprime. El riesgo sistémico, incubado desde antes de la crisis de 2008, continúa en sus balances. El profesor de la Universidad Carlos III Juan Laborda, economista que ha pasado por entidades como el Chase Manhattan Bank, Barclays o Argentaria, nos remite al principio de la crisis financiera, la verdadera raíz de unos problemas que, lejos de solucionarse, se esconden bajo un manto de páginas salmón que anuncian un nuevo ‘baile de fusiones’, como en los años noventa

Las tribunas periodísticas mayoritarias y las especializadas aplauden el anuncio de fusión entre CaixaBank y Bankia: todo parece ser positivo en ella. ¿Es inevitable buscar entidades más grandes en el actual contexto? 

Todas las tribunas mayoritarias forman parte de ese establishment que está afirmando que si un banco es grande, es mejor y más solvente, cuando, en realidad, es exactamente al revés. Yo, personalmente, prefiero bancos troceados, porque la banca, si alcanza un tamaño demasiado grande, empieza a ser problemática ante condiciones adversas. 

Pese a esta voz presuntamente unitaria, hay expertos muy importantes que, aunque no salgan en estos medios, están muy en contra de esta fusión. Para estos, se trata de una patada hacia delante, porque las dos entidades tienen problemas. Y cuando fusionas dos entidades con problemas, tienes más problemas. 

Para entender lo que está pasando con la fusión, debemos enmarcarla en el contexto de una situación bancaria muy complicada en Europa: los tipos de interés tan bajos llevan a que la banca –que sigue teniendo mucha morralla en sus balances– tenga que estar continuamente subsidiada por el Estado. ¡No se trata de si son bancos más o menos grandes, se trata de que siguen teniendo mucha basura dentro!  

El problema sigue, en realidad, en el punto de partida: en el procedimiento escogido para sanear los bancos hace diez años, cuando se decidió emplear el método japonés, utilizado en la crisis de los años noventa, frente a la alternativa del método sueco. En 1992, los suecos nacionalizaron los bancos que estaban mal, echaron a su gerencia a la calle y estrujaron a sus acreedores. En aquella ocasión, se eliminó la basura del balance bancario sacando los activos al precio de mercado, no como hizo aquí el exministro De Guindos con la SAREB, el banco malo, al precio que le daba la gana al banco de turno. 

En el caso sueco, los bancos se quedaban sin capital después de sacar estos activos tóxicos y, entonces, eran recapitalizados por el Estado, con lo que quedaban nacionalizados. Con la diferencia entre el valor de mercado y el valor en libros se hacían quitas a los acreedores, lo que acababa siendo lo más justo.  

Las nacionalizaciones están muy estigmatizadas. 

Todo lo que nos ha pasado ha ocurrido por no nacionalizar. En 2008 se había producido la mayor burbuja inmobiliaria de la historia, los bancos tenían los balances destrozados. La nacionalización no significa que el banco pase al Estado. Significa que el Estado se encarga de proceder a la limpieza del banco, y a responsabilizarse de que, si algún miembro del consejo de administración lo ha hecho mal, vaya a la cárcel. Después, cuando el banco esté saneado, se puede privatizar, pero con el menor coste posible para los contribuyentes. Porque si te has encargado del saneamiento, no puedes venderlo por lo que valía antes: lo tienes que colocar al mejor postor. 

En Bankia, el valor en libros es muy superior al valor de mercado, lo que implica que vamos a perder mucha pasta: 22.000 millones de euros a costa del contribuyente en plena COVID, que se dice pronto… 

Esto se debe a la forma en que en España se hicieron los rescates, recurriendo al método japonés, ¿no?

Exactamente. Los japoneses, frente al modelo sueco, capitalizaron los bancos con problemas confiando en que el crecimiento económico futuro generaría capital para ir sacando de balance los activos tóxicos, liquidando así la basura. Pero, ¿qué ocurre si el crecimiento económico es débil? Aquí entra, por ejemplo, la pandemia de la COVID-19. Lo que sucede es que sigues teniendo la misma basura, o peor: que la basura crece porque se incrementa la morosidad. 

Es una patada hacia delante, que además continúa: se producen fusiones, las entidades financieras aumentan de tamaño y, conforme van creciendo, el regulador va relajando criterios de exigencia de capital, de valoración –sobre qué se considera capital y qué no. Los reguladores se van volviendo más laxos, de tal manera que llega un punto en que no se sabe ya si es el regulador el que regula el banco o el banco el que está estableciendo la regulación. 

Estos bancos se convierten en leviatanes demasiado grandes como para caer, lo que les lleva a incurrir en comportamientos de toma excesiva de riesgos; además, la expectativa de que serán rescatados por el Estado en caso de problemas lleva a que los acreedores no los fiscalicen como deberían. Es peligrosísimo.  

«La financiarización de la economía ha llevado a que la única forma de subsistir sea con tipos de interés muy muy bajos»

Juan Laborda, economista y profesor de la Universidad Carlos III

La tradición bancaria española ha alabado generalmente las fusiones, desde que en 1988 comenzara la carrera que llevaría al BBV, después BBVA. En general, los economistas consideran que el entorno globalizado exige de entidades más competitivas. ¿Está esto apoyado por un análisis científico sólido?  

Esos análisis son generalmente miopes, nos están contando milongas. Todos esos economistas que alaban la fusión son los que nos han llevado a este entorno económico, ahí está su gran contradicción, la que no quieren reconocer. Estos problemas surgen, en el fondo, por el erróneo marco teórico empleado, que lleva inexorablemente a que la banca tenga problemas. 

Se trata de un marco ortodoxo en el que la concepción sobre la globalización, la flexibilización de los mercados laborales, de los salarios, etc., termina hundiendo el ciclo económico. Esto lleva, a su vez, a que las empresas que cotizan en Bolsa no inviertan en activos productivos, ni en formación de trabajadores, lo que provoca una caída en la productividad. En este contexto, la única forma que Occidente tiene de crecer es con tipos de interés muy bajos, lo que hace sufrir a la banca y, además, estimula las burbujas, la única forma de crecer en estas condiciones… Y no olvidemos que los bancos suelen participar de estas burbujas.

En este sentido, es importante destacar algunas partes del discurso del presidente de la Reserva Federal en el último encuentro de Jackson Hole, el pasado mes de agosto. Jerome Powell afirma que los tipos de interés tan bajos generan un problema en los bancos, que tienen que estar constantemente subvencionados. 

La financiarización de la economía ha llevado a que la única forma de subsistir sea con tipos de interés muy muy bajos, pero eso no ha generado ninguna recuperación de la actividad económica productiva, y además, ha provocado la constante necesidad de subsidiar a la banca.  

En España, las voces mayoritarias, sin embargo, han reforzado su postura favorable a las virtudes de la banca con la desaparición de las cajas de ahorro. 

Cuando dicen que han quebrado las cajas y no los bancos, están mintiendo. El problema de las cajas es que no fueron capaces de encontrar capital en el mercado, con un Banco de España que hizo una clara dejación de responsabilidad al no nacionalizarlas ni inyectarles liquidez. Los bancos sí encontraron capital para subsistir, pero la basura la siguen teniendo. Lo que ocurrió fue que el regulador, en connivencia con el sistema financiero, regaló a precio de saldo las cajas a los bancos. 

Con el final de las cajas, que no olvidemos, no son banca pública, se han cargado un sistema que había permitido durante mucho tiempo la financiación de multitud de negocios en la zona territorial en la que operaban. Quiero insistir en ello: no confundamos banca pública con cajas de ahorro. El ICO, el Instituto de Crédito Oficial, tampoco es un banco público. La banca pública en Europa es muy eficiente, como pasa en Alemania. O, ¿cómo crees que van a canalizar los fondos europeos países como Alemania, Francia o Italia? Se trata de una banca pública de inversión sumamente concentrada en el modelo productivo, sobre todo en Alemania.  

Antes ha dicho que cuando juntas dos bancos con problemas, tienes más problemas. ¿Existe alguna solución o estamos aún lejos de ella?

Estamos viviendo las consecuencias de un rescate mal hecho, realizado a la medida de los banqueros, y no a la medida de los ciudadanos, ni de las economías, ni de las empresas. La mayoría de los bancos son insolventes o están quebrados. Ahora mismo, según el Risk Management Institute de Laussane, los siete bancos españoles, ante una situación de estrés, necesitarían más de 120.000 millones de euros, destacando el Banco Santander (más de 60.000). En esta categoría, denominada «riesgo sistémico», Bankia necesitaría 2.000 millones frente a los 13.000 de CaixaBank, lo que nos permite concluir que estamos vendiendo a un precio ridículo la entidad más saneada del mercado. 

Si vienen mal dadas, en España habría que nacionalizar todo el sistema financiero: no hay ningún banco que se salve, salvo, paradójicamente, Bankia. Y la estamos regalando: se trata de un engaño en el que participan la banca privada, los reguladores y la rama socio liberal del gobierno.