El aeropuerto ‘español’ sobre el agua de México

Cuenta la leyenda que en las noches en que la luna bañaba las aguas del lago de Texcoco, en el Valle de México, una mujer emergía lamentándose por la pérdida de sus hijos. Es Cihuacóatl, diosa de la tierra y la fertilidad y, al grito de “hijitos míos, ya tenemos que irnos”, advirtió a Moctezuma de la llegada de los colonos y la devastación de la cultura mexicana. Cihuacóatl ha llegado a nuestros días bajo el nombre hispano de la Llorona, una mujer indígena bellísima que mató a sus hijos tras ser abandonada por su amante, un noble español.

Esta figura triste sigue atada a los pueblos cercanos a Texcoco. “Me quitarán de quererte, llorona, pero de olvidarte nunca”, cantaba Chavela Vargas. Aún hoy se sigue apareciendo a los vecinos, según cuenta Abraham, de la comunidad de Chimalhuacan, desde lo alto del cerro Chimalhuachi.

Los primeros rayos de sol surgen tras la sierra que rodea el Valle, antes bañado por el lago. Pero lo que había sido un inmenso espejo de agua hoy es un mar de metal, hierro y carreteras que alberga, entre otras, a la descomunal Ciudad de México. La desecación progresiva del lago empezó con la llegada de los españoles y no se detiene. “La política de colonización hispánica es la misma que la de los gobiernos mexicanos actuales. La hidrofobia acabará con nuestras comunidades”, se lamenta Abraham.