La privatización del aluminio español: lo que Aznar no regaló a Alcoa

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Verano de 1997. Semanas antes de que el primer gobierno de José María Aznar iniciase el proceso de privatización de la Industria Española del Aluminio (Inespal), algunas filiales de este grupo fueron apartadas y vendidas en condiciones ventajosas a otros agentes económicos, en ocasiones a los propios directivos de las entidades. Fueron operaciones ruinosas para las cuentas públicas que los grandes medios, o bien ignoraron, o bien se limitaron a narrar de forma aséptica y funcionarial.

Constituida en 1985, la empresa nacional alumínica pasó a formar parte de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que agrupaba a las empresas rentables de TENEO, dentro del Instituto Nacional de Industria (INI). Entre ellas figuraban Repsol, Iberia, Endesa y la propia Inespal. Sin embargo, en este último caso se vendió por un precio inferior a su valor contable, en una operación deficitaria para el Estado.

Juez y parte: el comprador influye en la valoración

Una de las filiales vendidas de forma independiente al proceso de Inespal fue Iongraf, orientada al sector de la construcción y dedicada a la prestación de servicios de anodizado y lacado de aluminio. La venta se gestionó por concurso restringido y se presentó únicamente una sociedad, creada por el propio grupo directivo para hacerse con Iongraf.

Las ofertas formuladas por Inespal otorgaban a esta filial un valor nulo, consideración que contrasta con el hecho de haber producido beneficios en los últimos años sin necesidad de recibir aportaciones del accionista y disponiendo de fondos propios superiores a dos millones de euros. El precio de venta final se fijó en 989.000 euros, cuando el valor en libros reflejaba casi un millón y medio. La SEPI registró una pérdida patrimonial de 465.000 euros.

La valoración, que corrió a cargo de MTR Asociados, se realizó con posterioridad a la presentación de las ofertas, al contrario del procedimiento habitual. Las informaciones utilizadas por el tasador fueron proporcionadas por el propio equipo directivo de Iongraf. El Tribunal de Cuentas advirtió que esta circunstancia podría haber influido en la tasación tanto de esta filial como de Ferroperfil, otra sociedad privatizada y adquirida por su propio equipo gestor.

Dedicada a la fabricación de matrices y apartada de Inespal poco antes de su privatización, durante el proceso de venta de Ferroperfil la selección del asesor externo se limitó a una preselección de candidatos, realizada “en base al conocimiento que se tenía de las empresas”. Nuevamente, el Tribunal de Cuentas consideró esta circunstancia poco compatible con una igualdad de oportunidades entre potenciales compradores. Estas resoluciones a posteriori en nada alteraron una transacción que ya se había consumado.

Aunque este tribunal lamentaba en su informe no haber podido acceder a los datos globales de esta privatización, la SEPI sí reflejaba un ingreso de 126.000 euros en concepto de venta, así como una ampliación de capital de 214 millones de pesetas, alrededor de 1,2 millones de euros. Este movimiento, más otra serie de contingencias producto de obligaciones adquiridas por el vendedor, hizo estimar al Tribunal de Cuentas una pérdida aproximada de 1.184.000 euros.

El organismo fiscalizador concluía señalando la responsabilidad de la SEPI en la opacidad de esta operación, ya que “siendo gestor de la privatización debería haber requerido los datos económicos necesarios para conocer el resultado de los procesos privatizadores”.

El Consejo Consultivo de Privatizaciones (CCP) señala estas dos operaciones como ejemplo de contingencias mal negociadas, ocasionando –en expresión del propio Consejo– “vicios ocultos” que el comprador saca con posterioridad a la venta, reclamando cantidades al vendedor por defecto de los compromisos adquiridos por éste. En los casos concretos de Iongraf y Ferroperfil, el CCP deja explícito que, por el especial conocimiento que tenían los directivos de estas empresas, se tendrían que haber limitado especialmente las contingencias que asumiese el agente gestor.

“Sanear, consolidar, privatizar”

En los últimos años del siglo XX se impuso en España el lema ‘sanear, consolidar y privatizar’ verbalizado por Pedro Ferreras, presidente de la SEPI de 1996 a 2001 y persona vinculada a Josep Piqué, por entonces ministro de Industria. Privatizar a cualquier precio formaba parte del sentido común del triunfante gobierno Aznar. Este abogado del Estado explicaba que “las privatizaciones no se hacen para obtener caja, sino que se basan en la búsqueda de la eficiencia y de la mejora de la competitividad del conjunto de nuestra economía». Sin concretar quién era el sujeto del adjetivo posesivo.

El mismo patrón se siguió también con la venta de Conversión Aluminio S.A. Desgajada de Inespal en 1997, la SEPI vendió esta filial ubicada en Linares cuatro años después. En este intervalo de tiempo los gestores del organismo público pusieron el mejor empeño en asegurar su viabilidad, de cara a una inminente privatización.

En plena búsqueda de la eficiencia, la SEPI realizó una aportación de cartera de más de 22 millones de euros cuando ya se tramitaba el proceso desinversor, en concepto de condonación de la deuda que mantenía con Conversión Aluminio. Entre los años 1999 y 2000 también realizó aportaciones a esta entidad en concepto de reposición patrimonial, por un importe total de 11.635.000 euros. La venta se despachó en 721.000 euros.

El Tribunal de Cuentas afeó con posterioridad la condonación, ya que “debería haberse recogido como un gasto extraordinario derivado de la privatización«, y no como aportación patrimonial. En la misma línea, el 31 de marzo de 2001 la SEPI amplió en 5,02 millones de euros un crédito que esta corporación tenía con el organismo público. Esta inyección de capital fue igualmente condonada.

El Tribunal de Cuentas concluyó que no estaba fundamentada la amortización, dado que los compromisos se habrían cifrado en 3,11 millones, “habiendo asumido SEPI unos costes superiores en 1,9 millones a los que resultaban de las obligaciones adquiridas con el comprador”. Finalmente, la operación comportó unas pérdidas de casi 20 millones de euros para la hacienda pública.

Estos procedimientos de “mejora de la competitividad de nuestra economía” pueden resultar complicados de entender para la ciudadanía, a la que le costará imaginar a alguien haciendo reformas en su casa y poniéndola a la venta por un precio inferior a las propias reformas. El sentido común aplicado en las privatizaciones del grupo Inespal incluyeron deudas canceladas, créditos amortizados, modernización de las plantas o garantías de carga de trabajo, dejando estas sociedades saneadas simplemente a cambio de promesas de inversiones futuras y el mantenimiento de los puestos de trabajo, condiciones que no siempre se han cumplido posteriormente.

La historia de Conversión Aluminio tiene final feliz. Tras su integración en el Grupo Alibérico –comprador final– pasó a llamarse Alucoat Conversión. En la actualidad sigue estando operativa y en los últimos tres años ha declarado más de seis millones en beneficios. La empresa matriz se llama FGA Main Corporación y su dueño es Clemente González Soler, presidente del Ifema hasta el pasado 8 de junio y a quien los trabajadores de Inespal consideraban en el año 2001 un “pirata empresarial” cercano al Partido Popular.

Más allá de los informes no vinculantes del Tribunal de Cuentas, estas desamortizaciones no tuvieron mayor repercusión política. Pedro Ferreras, además de presidente de la SEPI, fue el subsecretario del Ministerio de Industria y Energía. Compareció en 1997 en el Congreso para explicar la privatización de Inespal, pero dimitió de sus cargos en el año 2001 sin responder por estas filiales. En diciembre de 2002 era nombrado presidente de Aluminio Catalán, S.A.

Alcoa: compañeros del metal frente al vil metal

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Miles de personas se manifiestan estos días en diversos puntos de Galicia y Asturias, con el fin de apoyar el sector metalúrgico de la zona y reclamar una solución que evite el cierre de la planta de aluminio lucense de Alcoa San Cibrao y que garantice las de Alu Ibérica, en A Coruña y Avilés, vendidas por la multinacional americana en 2019. Están en juego los puestos de trabajo de más de 1.900 personas, pero también el dilucidar cómo quiere afrontar este Gobierno la gestión de los sectores estratégicos del país.

Para contextualizar el problema estructural en que ha devenido la situación de Alcoa, procede hacer analepsis y tomar una puerta del Ministerio del Tiempo hacia 1985. En ese año, las empresas alumínicas Endasa y Alugasa, que formaban parte del Instituto Nacional de Industria (INI), se fusionaban y daban lugar a Inespal, una empresa con 13 fábricas en toda España y germen de la posterior Alcoa. Avanzando hasta 1998, en plena temporada de oleaje privatizador, el gobierno de José María Aznar la despojaba de su condición española con la venta a esta empresa estadounidense por 370 millones de euros, aunque el ingreso efectivo no llegó a 200 millones.

Algunas filiales de Inespal se excluyeron de la privatización, como Iongraf o Conversión Aluminio, S.A. Esta última fue vendida por 721.000 € al Grupo Alibérico, propiedad de Clemente González Soler, empresario cercano al Partido Popular y presidente del Ifema hasta el pasado 8 de junio. Esta venta supuso al Estado unas pérdidas de casi 20 millones de euros.

“Inespal fue un proyecto empresarial creado para su posterior colocación en el mercado”. Las palabras de Ángeles Sánchez, profesora de la Universidad de Granada, en su trabajo La política de privatizaciones en España, orientan el sentido de las sucesivas ampliaciones de capital que se produjeron entre 1994 y 1997 y que alcanzaron los 360 millones de euros. 

Millones públicos a Alcoa

Además, en 1998, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) atendió inopinadamente una reclamación de Alcoa por 33,18 millones de euros, que comportaba una rebaja del precio de compra de las acciones, regularización que no aparecía en el Acuerdo del Consejo de Ministros por el que se autorizó la privatización de Inespal. 

La SEPI recogió otras dos reclamaciones en el año siguiente por valor superior a 600.000 euros, en concepto de servicios jurídicos facturados y liquidaciones del Impuesto de Incremento Valor de los Terrenos, afectados por activos excluidos del contrato de compraventa. El informe de fiscalización del Tribunal de Cuentas correspondiente a esos años consideró no procedente la asunción de dichos pagos por parte de la entidad pública.

Posteriormente se produjeron diversos gastos adicionales, derivados del cumplimiento de compromisos que no aparecen incluidos en los resultados económicos de la operación proporcionada por la SEPI. A finales del 2003, este organismo tenía provisionados nueve millones de euros para adecuar las instalaciones de Alcoa a la normativa de emisiones de ácido sulfúrico, además de otros 270 millones en establecimiento de tarifa eléctrica regulada. Entre 2001 y 2004 la SEPI empleó más de 57 millones de euros por indemnizaciones derivadas de la privatización de Inespal.

El Ministerio de Industria, dirigido entonces por Josep Piqué, justificó la venta afirmando que Alcoa se comprometía a realizar unas inversiones de 390 millones de euros y a mantener las 4.500 personas que completaban la plantilla. El acuerdo final también obtuvo el visto bueno del ministro de economía, Rodrigo Rato. La SEPI concluyó en 2011 que la privatización de Inespal se resolvió con unas pérdidas de 445 millones de euros. La operación fue realizada por concurso restringido y estuvo asesorada por la financiera estadounidense Morgan Stanley, que ejerció también como valorador, una práctica criticada por el Tribunal de Cuentas por poder afectar a la objetividad de la valoración.

En los círculos financieros estadounidenses la operación fue muy celebrada. R. Wayne Atwell, analista de Morgan Stanley, aseguraba que Alcoa “compró activos de 4.000 millones de dólares a 10 centavos por dólar”. Paradójicamente, Atwell formaba parte de la asesoría elegida por el Gobierno español. Por aquellas fechas, el presidente de Alcoa, de quien Atwell aseguraba que había realizado la mejor compra en el mundo del aluminio en 20 años, era Paul O’Neill, años más tarde secretario del Tesoro con el gobierno de George W. Bush. 

El informe emitido por el asesor en septiembre de 1996 dictaminó que Inespal no era competitiva por sus altos costes energéticos y su tecnología anticuada. Sin embargo, la vía de los beneficios, una vez privatizada, no llegó por la modernización de las plantas, una demanda recurrente del comité de empresa de Alcoa, sino a través de un fuerte sistema de ayudas que han facilitado el reparto de dividendos en la compañía norteamericana. 

Las subvenciones que la alumínica lleva recibiendo en las últimas dos décadas por parte del Estado español sobrepasan los mil millones de euros, una cantidad muy superior al coste laboral de su plantilla en el mismo tiempo. El consumo eléctrico supone el principal gasto en las industrias electrointensivas; en el caso de Alcoa puede superar los 200 millones anuales. Así, ser cliente preferente de las eléctricas no significa una rebaja en la factura. El Gobierno de turno, sin aparente voluntad para modificar sustancialmente el marco regulatorio establecido con este oligopolio, solo le queda, si quiere sostener a esta industria, la opción de aportar dinero público.

En esta línea, el contrato de compra firmado con la administración de Aznar, garantizó a Alcoa un precio fijo, muy por debajo del coste real, de 3,84 pts/kw los primeros 10 años y de 4,24 pts/kw hasta 2012, asumiendo el Gobierno la diferencia. Este método se cambió a partir de 2013 por el servicio de interrumpibilidad, un sistema para seguir subvencionando la factura energética de esta empresa a costa de encarecer el recibo del resto de consumidores. 

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) criticó en 2017 la implantación de este mecanismo, por su escaso uso efectivo y el elevado coste que supone, además de advertir la posibilidad de ser investigado por la Comisión Europea. El pasado 19 de marzo se puso en suspensión este método de gestión de demanda.

El coste por emisiones de CO2, establecido desde la Comisión Europea para desalentar a la industria contaminante, también está subsidiado por el Estado a través del Mecanismo de compensación de costes de emisiones indirectas. En el último año se reservaron casi 25 millones de euros por este concepto a las cuentas de Alcoa, que también recibe diferentes subvenciones ocasionales como 489.000 euros para mejora de maquinaria en 2017, por parte del Principado de Asturias, o una retribución dineraria de dos millones en 2018, con el objeto de seguir desarrollando el proyecto en dicha comunidad.

Estas ayudas -o pagazas, que podría decir alguien- han ido blindando los beneficios de la empresa estadounidense año tras año. Según afirma Miguel Conde, representante del comité de empresa de la planta de Alu Ibérica, “las fábricas de Coruña y Avilés ganaron 1.500 millones de euros libres de impuestos desde 1998 hasta 2008”. ¿Qué hizo Alcoa con ese dinero? “Una planta en Noruega y otra en Islandia”. La idea de Alcoa es dejar en España únicamente la planta que más contamina y vender la materia prima producida en estos países. 

“Primero se generaron varias sociedades para hacer poco a poco lo que están haciendo: segregar la compañía en 2017, cerrar Coruña y Avilés un año más tarde y ahora quieren cerrar la planta de aluminio de San Cibrao, manteniendo la de alúmina”, vaticina Conde. La alúmina es la materia prima necesaria para la producción del aluminio. Mediante bauxita y sosa cáustica se genera una balsa de lodo rojo a las afueras de San Cibrao que supera las dimensiones del propio pueblo y que está considerada como una bomba medioambiental.

“No podemos ser competitivos”

El cierre de la planta de San Cibrao comportaría el despido de más de 500 personas. Desde su comité de empresa reclaman valentía al Gobierno central y proponen una intervención inmediata para “dar viabilidad a un sector indispensable”, recordando que “fue la primera empresa en nombrarse esencial el 30 de marzo”. Desde el sindicato de CCOO de Alu Ibérica apuntan en la misma dirección y piden la intervención del Gobierno: “Queremos un precio de la energía igual al del resto de países de la Unión Europea. Si no tenemos los mismos costes y tenemos el mismo precio de venta del aluminio, que lo marca la bolsa de metal de Londres, no podemos ser competitivos”. 

Las plantas de Alu Ibérica se encuentran molestas por la falta de información del Gobierno y las pocas garantías que ofrece el propietario actual -Grupo Riesgo-, del que poco se conoce. Desde el 7 de mayo aparece System Management Capital como administrador único de ambas plantas, una sociedad nueva registrada en Madrid en enero de 2020. “El gobierno no nos da información. Sabemos que hay un administrador que se llama Luis Losada, también un tal Victor Rubén Domenech, que es el jefe de operaciones que está detrás de todo, sin documentación española y que tiene investigaciones policiales”, explica Miguel Conde.

Desde el sector se empiezan a escuchar las primeras voces pidiendo la dimisión de la ministra de industria, Reyes Maroto, cuyas palabras no aventuran la intervención que reclaman los sindicatos. Sin llegar a expresarlo en los términos de la anterior ministra de Trabajo socialista, Magdalena Valerio, cuando afirmó que intervenir en Alcoa sería propio de un régimen comunista, hasta el momento se ha limitado a manifestar un compromiso general por mantener el empleo y apelar a la compañía para que reconsidere su decisión de cerrar.

“En estos dos años este Gobierno ha puesto más de 37 millones de euros a disposición de Alcoa, gracias al esfuerzo de todos los contribuyentes y lo que exigimos es que reconsidere su decisión”, afirmó Maroto el pasado 3 de junio en el Senado, donde también interpeló a la Xunta para que ejerza sus competencias exclusivas en política industrial, acogiéndose al artículo 30 del Estatuto de autonomía de Galicia.  

El senador y portavoz adjunto del PP en esta comunidad, Jose Manuel Barreiro, le indicó que “la fórmula es muy fácil, a través de la aprobación de las alegaciones del estatuto de empresas electrointensivas”. Estas alegaciones, que piden elevar la rebaja del precio de la energía para este tipo de industrias, fueron elaboradas conjuntamente por los gobiernos de Asturias, Cantabria y Galicia. 

En la misma dirección se expresó Alberto Núñez Feijóo el pasado 7 de junio, afirmando que “no podemos perder puestos de trabajo en industrias que son viables económicamente por decisiones políticas que los hacen inviables”. La forma de hacerlas viables para Feijóo es “garantizando un precio competitivo”, sin verbalizar explícitamente el regreso del servicio de interrumpibilidad.

El BNG es el único partido que ha planteado abiertamente el tabú de la nacionalización. Su portavoz, Ana Pontón, critica que Galicia, teniendo superávit energético, no disponga de “una tarifa eléctrica garantizada, que rebaje el precio de la energía”. Añadiendo que en Euskadi “el lehendakari Urkullu la defendió, mientras que Feijóo la vetó, a pesar de ser una solución para los trabajadores de la Mariña y de nuestro país”. 

La reunión mantenida este martes entre Gobierno, Xunta, Alcoa y sindicatos, solo ha servido para confirmar los planes de la empresa. El presidente del comité de empresa de la planta de San Cibrao, José Antonio Zan, ha señalado que «el problema es que Alcoa dice que cualquier marco que les pongan no le sirve y tampoco entra a valorar una posible venta”. La única salida para los trabajadores es, dice Zan, “seguir en la lucha, A Mariña sálvase loitando”. 

Audasa: autopista hacia beneficios blindados

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Un año más, la concesionaria de autopistas Audasa, joya de la corona del Grupo Itínere, sigue complaciendo a sus accionistas. Las últimas cuentas anuales han vuelto a ofrecer beneficios, en esta ocasión 42,3 millones de euros destinados íntegramente a dividendos. Esta entidad gestiona desde hace casi medio siglo la AP-9, una Gran Vía regional que comunica Galicia de norte a sur, desde Ferrol a Tui: 219 kilómetros cuyo recorrido total conlleva actualmente un pago de 22,20 euros. En los últimos cinco años Itínere ha extraído de esta infraestructura una rentabilidad de 216,6 millones. 

Sin embargo, una ojeada a los orígenes de Audasa permite comprobar cómo este panorama no siempre resultó tan idílico. Su creación surge con la concesión administrativa adjudicada en 1973 a un consorcio compuesto por el Banco Hispano Americano, Banco Pastor, Banco del Noroeste, Banco de Bilbao, Banco Atlántico y Unión Industrial Bancaria. Estas entidades financieras fueron seleccionadas para la construcción y explotación de la Autopista del Atlántico. La sociedad conformada tuvo que ser rescatada de la quiebra once años después. 

Audasa pasó entonces a formar parte de la Empresa Nacional de Autopistas (ENA), creada por el gobierno de Felipe González con el propósito de nacionalizar las pérdidas registradas por varias concesionarias. Solamente por Audasa, el Estado tuvo que desembolsar 4.000 millones de pesetas, cantidad coincidente con la inversión realizada en su momento por los socios.

Durante varios años se procedió al saneamiento de esta entidad, así como de las concesionarias Aucalsa y Audenasa. La inversión acumulada por ENA alcanzó los 2.418 millones de euros a finales del 2002. Aprovechando la ola de privatizaciones de empresas iniciada por el gobierno de José María Aznar, se procedió a hacer lo propio con ENA, operación que culminó en 2003 con la venta de ENAUSA, matriz del Grupo ENA y propietaria del 100% del capital de Audasa. La venta global se cerró en 1.586,3 millones de euros mediante un sistema de concurso abierto que despertó gran interés en los poderes económicos, lo que también supuso una mejora del 44,2% sobre el precio mínimo requerido por la SEPI.

La adjudicación correspondió a un grupo de entidades compuesto por Sacyr, Banco Santander, Caixanova, Caixa Galicia, Torreal y Caja del Monte. Durante los dos años siguientes, Sacyr –que disponía de un 50% de las acciones– se dedicó a comprar las participaciones restantes de sus socios. Una vez conseguido el 100%, traspasó ENA a una de sus filiales, Grupo Itínere.

A partir de 2008, transcurridos los cinco años que obligaban por contrato a Sacyr a permanecer como socio mayoritario, se inicia un baile en la titularidad de Audasa que comienza con la fusión de Itínere con Europistas, otra sociedad concesionaria participada por Sacyr y algunas cajas de ahorros. Unos meses después, la constructora Citi Infraestructure realiza una OPA que le convierte en accionista mayoritario. Posteriormente pasará a manos de Arecibo Servicios y Gestiones, un holding domiciliado en Bilbao cuyos socios son Pear Luxembourg Investment y Glovalvía, que se ha ido haciendo con paquetes de acciones procedentes de Abanca y Kutxabank.

En la actualidad Glovalvía batalla para evitar que Sacyr le venda el 15% de sus acciones restantes a Corsair, un fondo de inversión estadounidense que también pugna por hacerse con el control de la segunda mayor concesionaria de autopistas en España después de Abertis. Esta lucha de poder empezó hace más de tres años y continúa dirimiéndose a día de hoy en los tribunales. La última batalla, librada en el juzgado de Primera Instancia el pasado 13 de enero, se decantó a favor de Corsair, que de momento se mantiene como accionista mayoritario. Corsair es un fondo que se vincula a la banca J.P Morgan, aunque en las páginas corporativas de Grupo Itínere no hacen la menor referencia a este vehículo de inversión. 

En todo caso, vistos los buenos resultados conseguidos por Audasa desde su privatización, la lucha por hacerse con el control de la concesionaria de autopistas parece bien justificada. Además, las condiciones contractuales concedidas en su día por las Administraciones permiten un amplio margen de maniobra. Las barreras de peaje de la AP-9 deberían haber desaparecido en el año 2012, pero el Real Decreto 173/2000, firmado por el entonces ministro de Fomento, el popular Rafael Arias-Salgado Montalvo, modificó la concesión y la estiró hasta el año 2048. Para entonces Audasa espera haber ingresado una cifra estimada en 9.561 millones de euros.

En virtud –o por defecto– de la ley franquista 8/1972 que aplicaba en el momento de la concesión de la AP-9, Audasa continúa exenta del pago del 95% del IBI en los 22 municipios por los que transcurre la autopista. Nueve millones anuales que no ingresan las arcas de estas localidades pero que sirven para robustecer los beneficios de los dueños de Audasa. En febrero de 2018, la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados aprobaba, con los votos en contra del Partido Popular, una modificación de dicha ley. Dos años después, los ayuntamientos implicados siguen sin poder cobrar este impuesto porque, según indica Rubén Pérez , portavoz de Marea de Vigo, todavía no ha sido traspasada la ordenanza, a pesar de haberse reclamado.    

El último episodio relevante ocurrió el pasado 19 de febrero, fecha en que el Tribunal Supremo dio la razón a Audasa en el contencioso legal que mantenía con la Administración central y la Xunta de Galicia. En el año 2017, con el fin de agilizar el tráfico en los itinerarios de Vigo-O Morrazo y A Barcala-A Coruña, el Ministerio de Fomento, comandado por Íñigo de la Serna, elaboró un Real Decreto que incluía las compensaciones a la concesionaria por el lucro cesante ocasionado por la supresión de ambos peajes. Este cálculo no convenció a Audasa, que ahora espera una indemnización estimada en 11.438.000 euros  más intereses.

La Xunta ha venido reclamando desde hace años al gobierno central la transferencia en las competencias de la AP-9, con el fin de poder negociar el precio de los peajes y evitar subidas abusivas, aunque no quiere ni oír hablar de nacionalización. Su propuesta se orienta hacia una socialización de gastos, instando al gobierno central para que incluya un pago anual de 53,1 millones a la concesionaria, con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.

[DOSSIER]: Banco Sabadell, el ascenso fulgurante de un banco local

El Banco Sabadell ha crecido en tiempos de crisis. La entidad con domicilio actual en Alicante ha multiplicado su capital social casi por diez durante el siglo XXI. En este tiempo ha pasado de ser un pequeño banco de carácter regional a la cuarta entidad española en número de activos, además de una presencia creciente a nivel internacional. Actualmente posee una cuota del 8,01% del mercado nacional en crédito y del 6,96% en depósitos y fondos de inversión. Sus activos han experimentado un aumento del 40,94% en los últimos cinco años.

En todo caso, su pionera salida de Cataluña en octubre de 2017 -fue la primera empresa del IBEX 35 en cambiar su domicilio fiscal por la incertidumbre generada tras los acontecimientos independentistas- no se ha traducido en una consolidación de sus resultados. El 2018 ha sido un año duro para la entidad presidida por Josep Oliu, con el valor de las acciones bordeando el euro y una rentabilidad cada vez más reducida. Su situación actual ha dejado el valor del banco en 5.630 millones, una disminución del 39,7% con respecto al año anterior.

Su capital y activos se han mantenido estables, sin embargo, es el único banco nacional del IBEX 35 que ha visto menguar sus beneficios en 2018, con una bajada del 59,06%, y también el que más ha sufrido en el mercado bursátil. Todo ello a pesar de haber aumentado los ingresos por comisiones netas un 9,1% en el último ejercicio, alcanzando los 1.335 millones de euros.

Repasando las últimas décadas, el aspecto más relevante de la evolución del Banco Sabadell ha sido el elevado número de adquisiciones de entidades financieras. Desde el año 1996 hasta el periodo actual, el Sabadell ha sido capaz de engullir una docena de sociedades que han hecho multiplicar sus reservas. Fue el primer banco que se hizo con una caja, la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), la cual se agenció por un solo euro.

Más cara le salió su última adquisición en 2015, el TSB, una unidad de negocio del banco inglés Lloyds Bank. A los 2.300 millones de euros desembolsados han tenido que añadir posteriormente cientos de millones más, con el fin de sufragar las pérdidas ocasionadas por los graves problemas de orden tecnológico surgidos en el proceso de migración del banco.

Viviendo de las arcas públicas

El Banco Sabadell, al igual que otras muchas entidades financieras de ámbito privado, se ha beneficiado de leyes diseñadas para privilegiar el acceso al dinero de la banca por encima de los países, obteniendo miles de millones con la intermediación. Así, el Banco Central Europeo (BCE) presta dinero de forma casi gratuita a la banca -0,25% de interés-, mientras que niega invariablemente a los Estados necesitados de financiación. En este escenario, en marzo del 2017 el Sabadell participó en una subasta de liquidez del BCE por un importe de 10.500 millones de euros, que se sumaron a otros 10.000 millones tomados en el año anterior bajo este mismo esquema.

El proceso de adquisición de la CAM, que llegó a ser la cuarta caja española en recursos captados, también contó con el abrigo del Estado. A través del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) se dispuso una aportación de 5.249 millones de euros, con el fin de sanear la entidad del agujero económico ocasionado durante la etapa del Gobierno del PP de Francisco Camps. Esto significa que la competencia del Banco Sabadell, de manera involuntaria, formó parte del respaldo que aseguró el traspaso. Para apuntalar la operación, se dotó también de un seguro que cubre el 80% de las pérdidas ocasionadas por los activos inmobiliarios heredados, cuyo valor bruto asciende a 24.600 millones. En la actualidad, estos activos han pasado a manos de fondos de inversión como Cerberus o el Deutsche Bank bajo el mismo Esquema de Protección de Activos, sin que esta cobertura pierda vigencia hasta el año 2021.

Más allá del negocio bancario

La acumulación de activos inmobiliarios ha desembocado en la reciente venta de varias carteras por un valor total de más de 12.000 millones de euros. Detrás de estas operaciones se encuentra también el BCE, que ha apremiado a la banca para que se deshaga de sus activos inmobiliarios. Al igual que sucede con otras entidades financieras españolas, el Sabadell ha encontrado compradores entre los fondos de inversión extranjeros, súbitamente interesados en controlar y maximizar beneficios con el mercado de la vivienda de España. El pasado mes de febrero anunció su disposición a vender su gestora inmobiliaria Solvia Desarrollos Inmobiliarios, operación asesorada por Rothschild, S.A. En la misma dirección, el pasado mes de abril se cerró la venta del 80% de Solvia Servicios Inmobiliarios al Grupo Intrum, transacción que ha reportado unas plusvalías de 138 millones de euros al Sabadell.

La entidad de origen catalán también puede presumir de tener sus propias sociedades de inversión en productos de primera necesidad. Por más de diez años, el fondo Sabadell Commodities FI sigue operando en el mercado de la alimentación y materias primas, dentro del Bloomberg Commodity Index, especulando con el precio del maíz, trigo o metales preciosos.

En los últimos tiempos, el Banco Sabadell ha vuelto a diversificar sus inversiones en otro sector vital: la sanidad. Después de que su inversión en la concesionaria hospitalaria Ribera Salud no diese los resultados esperados, en mayo del 2018 han dado un giro con la puesta en marcha de un fondo de capital riesgo de nombre Sabadell Asabys Health Innovation Fund, con el objetivo declarado de alcanzar los 60 millones de euros.

“La banca paga muchos impuestos”

Esta reiterada declaración de Jaume Guardiola, consejero delegado del Sabadell, se ubica aquí en el verano de 2018. Era la época en la que Unidos Podemos empujaba al Gobierno de Pedro Sánchez para poner en marcha un impuesto a la banca. Desde el sector protestaban por estar ya obligados a colaborar con el FGD o sufrir un Impuesto de Sociedades de un 30%, superior al de otros sectores. Los banqueros pusieron pie en pared y presionaron para conseguir que el PSOE se olvidara de la propuesta. Finalmente, el Gobierno suprimió esta iniciativa y lo restringió al impuesto de transacciones financieras.

Pese a las quejas, la banca se encuentra lejos de cumplir con el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades. Los propios datos del Banco Sabadell arrojan una tributación media del 16,35% en los últimos cinco años, aunque la información de la Agencia Tributaria, cuando se hace pública, refleja un pago efectivo mucho menor en el sector bancario. Entre los años 2011 y 2014, el Sabadell ha recibido varias inspecciones por parte de Hacienda, relacionadas, entre otros casos, con el pago de Impuesto de Sociedades, que se encuentran en la actualidad en la fase de alegaciones. Este banco rehusó facilitar a La Marea los datos de los últimos cinco años relacionados con el pago efectivo de esta tributación.

La adscripción del Banco Sabadell al código de buenas prácticas tributarias tampoco ha supuesto ningún obstáculo para la tenencia de 172 sicavs, sociedades de capital variable que tributan al 1% y que se encuentran en la órbita del grupo. Muchas de ellas llegaron con la compra del Banco Urquijo, entidad que se caracterizaba por gestionar muchos de los patrimonios de las clases acaudaladas del país.

El último Informe de transparencia del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa calificó al Banco Sabadell como una de las empresas más opacas del IBEX 35. En este documento se hacen eco de la existencia de consejeros que han ocupado cargos de responsabilidad pública, contraviniendo las recomendaciones de Transparencia Internacional.

Las auditorías del banco han sido realizadasdesde hace 34 años de manera ininterrumpida por la firma PriceWaterhouseCoopers (PwC). Desde el año 2015 existe una legislación que restringe la relación entre firma auditora y sociedad auditada a un máximo de diez años, con posibilidad de prórroga cuatro años más bajo condiciones que hasta ahora no ha venido cumpliendo el Sabadell.

La casualidad ha querido que, el que fuera responsable de la División de Auditoría de PwC entre 2006 y 2013 y socio de esta empresa desde 1986, Manuel Valls Morató, ejerza actualmente como presidente de la Comisión de Auditoría dentro del Banco Sabadell. Valls también forma parte del Consejo de Administración de la entidad, que ha declarado su compromiso a cambiar la auditora habitual por KPMG, con el fin de realizar las cuentas anuales de los ejercicios 2020-2022.

Embudo de género en puestos directivos

Este año el Banco Sabadell ha recibido el Distintivo de Igualdad en la Empresa, proporcionada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, por su labor en el desarrollo de las oportunidades profesionales entre hombres y mujeres. Con los datos en la mano, el número de mujeres directivas se ha duplicado en los últimos cinco años, si bien existe todavía un importante margen de mejora , ya que el porcentaje actual apenas representa un 25% del total.

El Comité de Dirección, uno de los órganos más elevados del banco, está compuesto por siete hombres y una mujer, mientras que el Consejo de Administración lo componen actualmente trece hombres y tres mujeres, lo que se traduce en una representación del 18,75% en el principal núcleo de dirección del grupo financiero.

FICHA TÉCNICA*

NombreBanco de Sabadell, S.A.
Actividad
Grupo bancario que abarca todos los ámbitos del negocio financiero
PresidenteJosep Oliu Creus
Consejero delegado
Jaime Guardiola Romojaro
Sede social
Alicante
Ingresos5.010.227.000 €
Beneficio neto
328,1 millones
Margen de beneficio neto
9,6%
Plantilla26.181 personas
Presencia internacionalReino Unido, México, Estados Unidos, Francia, Cuba, Marruecos, Andorra, Portugal. Representación total en 20 países, entre filiales, sucursales, oficinas de representación y participadas.

* Datos 31 de diciembre 2018


Este informe su ultimó en mayo de 2019. Desde entonces se han incorporado actualizaciones y seguiremos haciéndolo a medida que surjan nuevas informaciones

Sabadell, un esfuerzo por pasar de «opaco» a «transparente»

El Código de Conducta del Banco Sabadell identifica la publicación del informe anual de la entidad bancaria como un ejercicio de transparencia de cara a sus accionistas. En él se incluye información relativa a la estructura y administración del banco, así como distintas operaciones y funcionamiento de la Junta General. Atendiendo a las publicaciones de algunos actores dedicados a fiscalizar a empresas del IBEX 35, el periódico documento del Sabadell no ha venido completando un óptimo ejercicio de transparencia hasta este último año.

El Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa es una entidad compuesta por otras ya existentes –Cáritas, Ayuda en Acción, CCOO, Cruz Roja Española o Manos Unidas– y financiada por el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. En su último informe publicado sobre riesgos de corrupción en empresas del IBEX 35denuncia que Banco Sabadell cuenta con consejeros independientes que han ocupado cargos de responsabilidad en la administración pública en los 10 años previos, lo que contraviene las recomendaciones de algunas organizaciones como Transparencia Internacional.

En su último informe sobre Responsabilidad Social Corporativa, el observatorio atribuye a la entidad de origen catalán una falta de compromiso público en materia de lucha contra la corrupción. Aparece como una de las cinco empresas del IBEX que no proporciona información sobre gastos especiales relacionados con viajes, regalos o entretenimiento. A pesar de que el Código de conducta para los proveedores del Sabadell hace referencia a su adhesión al Pacto Mundial de las Naciones Unidas, como muestra de su implicación en el apoyo a los principios básicos en materia de lucha contra la corrupción, el observatorio considera que estos no añaden ningún compromiso y sitúa al banco catalán a la cola de las empresas del IBEX 35 en este apartado.

La Fundación Compromiso y Transparencia también situaba al Banco Sabadell, en su dossier sobre responsabilidad fiscal de 2017, dentro de un grupo de 13 entidades que obtenían la consideración de ‘opacas’.Sin embargo, en el último informe publicado el pasado mes de junio, el Sabadell aparece por primera vez dentro del grupo de empresas consideradas transparentes por esta Fundación.

Una gran mejora que se atribuye a la incorporación de información relevante en la última memoria anual, relacionada con litigios fiscales o con el desglose de los beneficios e impuestos de cada país donde el banco tiene presencia. Su relación con las empresas auditoras, otro de los puntos donde suspendía el Banco Sabadell en ejercicios anteriores, también es valorada positivamente en el último informe, gracias al grado de cumplimiento a la hora de señalar los distintos servicios de auditoría contratados, adicionales a la auditoría legal.

De esta manera, el Sabadell ha pasado en un año de estar calificada como una de empresas más opacas del Ibex 35 a situarse en sexta posición del ranking de transparencia, conforme a la lista elaborada por la mencionada Fundación.

El Sabadell, dentro del lobby bancario en España

El carácter voluntario de la inscripción de grupos de interés o lobbies en España permite al Banco Sabadell evadirse de su registro. En todo caso, tampoco existe manera de conocer las reuniones mantenidas entre los representantes públicos y los grupos de interés registrados. De esta manera, a diferencia de otros países donde está regulada su actividad, en España no es posible conocer las actuaciones realizadas o el dinero gastado por el lobby bancario, que algunas fuentes consideran muy relevantes a la hora de engordar las ayudas a la banca y encarecer el coste de la crisis.

Aunque puede resultar complicado controlar las reuniones entre un grupo de presión cualquiera y un determinado representante público al margen de las instituciones, la obligatoriedad del registro en la Unión Europea, necesario para ejercer actividad como grupo de presión, así como una agenda pública por parte de los representantes, resultan pasos necesarios de cara al robustecimiento de la transparencia de dichas instituciones.

El Banco Sabadell se registró como lobby en la Unión Europea en 2014, asignando como responsable a su consejera secretaria general, María José García Beato, y como persona encargada de las relaciones con la UE a David Vegara, consejero y director general de Riesgos. Desde entonces no se ha registrado actividad alguna. Sí aparece reflejada actividad por parte de la Asociación Española de Banca (AEB), donde el Sabadell se encuentra representado a través de su consejero delegado, Jaime Guardiola Romojaro, y María José García Beato, ejerciendo respectivamente como vocal titular y suplente dentro del Consejo General de la AEB.

El informe Lobby Planet, publicado el pasado mayo por Ecologistas en Acción, define a la Federación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) como lobby y enumera a sus patronos, entre los que se encuentra también el Banco Sabadell, casi toda la gran banca española e incluso el propio Banco de España. Tener estos financistas no es óbice para que este think tank se defina a sí mismo como “independiente y objetivo”. Su actividad se centra en elaborar documentos de carácter económico y político, “que influyan positivamente en la sociedad española” y aporten “racionalidad económica para la toma de decisiones”. Los dos últimos años han cerrado con pérdidas.


* Artículo actualizado el 11 de julio de 2019.

Auditorías ‘familiares’ y puertas giratorias en Banco Sabadell

Resulta conveniente aclarar de antemano que la laxitud existente en las auditorías bancarias no es un problema exclusivo del Sabadell: todos los bancos nacionales funcionan con reglas similares. Este artículo, enmarcado en el dossier de La Marea dedicado esta entidad, procederá a señalar sus particularidades –que las hay– dentro del ámbito general.

Tras la crisis alumbrada en 2008, la Unión Europea inició los trabajos para establecer un nuevo marco que permitiera reforzar la confianza en la información económico-financiera mediante la mejora de la calidad en las auditorías. El resultado de esos trabajos concluyó con la aprobación de la directiva 2014/56/UE, diseñada con el objetivo de reforzar la independencia, objetividad y ética profesional en la realización de auditorías legales.

Esta regulación de ámbito europeo ha tratado de que el sector recupere la credibilidad perdida durante los escándalos que implicaron a no pocas empresas, las cuales tuvieron que hacer frente a cuantiosas multas, cuando no afrontar directamente su desaparición. España traspuso esta legislación mediante la Ley 22/2015 de 20 de julio, que en su artículo 40 establece que la duración entre los auditores de cuentas y las sociedades auditadas se establecerá por un periodo máximo de diez años, prorrogables otros cuatro bajo condiciones muy específicas.

En relación con el plazo de duración máxima del contrato de auditoría, el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC) determina que “la existencia de una relación prolongada entre el auditor o sociedad de auditoría y la entidad auditada, implica una amenaza de familiaridad”, considerando significativa esta amenaza “en los supuestos en que la relación contractual sea superior a 10 años”.

Este es el caso del Banco Sabadell, cuyas cuentas son auditadas desde hace más de 30 años de forma ininterrumpida por la firma Price Waterhouse, fusionada en 1998 con Coopers & Lybrand, dando como resultado a la actual PriceWaterhouseCoopers (PwC), una de las grandes firmas auditoras internacionales. En el pasado año, PwC facturó por estos servicios de auditoría 7.147.000 euros, incluyendo las sucursales y filiales bancarias en el extranjero.

Pero la relación del Sabadell con esta auditora no se limita a la contratación de la auditoría legal obligatoria, también se firmaron servicios de asesoramiento fiscal y “otros servicios prestados” que no se detallan en su memoria, por un valor de 575.000 euros. Esto significa que el 8,86% de la facturación que PwC realizó al Banco Sabadell en 2018 corresponde a servicios ajenos a la propia auditoría. En el año 2017 ascendió a un 14,13% del total.

Este hecho vuelve a colisionar con la citada Ley 22/2015, en este caso a la altura del artículo 14.2, que determina que los auditores de cuentas y las sociedades de auditoría “deberán abstenerse de participar de cualquier manera en la gestión o toma de decisiones de la entidad auditada”. Algo que también incluye a quienes tengan “una relación laboral, comercial o de otra índole con la entidad auditada, que pueda generar un conflicto de intereses”.

Finalmente, el Consejo de Administración del Sabadell ha anunciado de forma reciente que, después de 34 años, cambiará de auditora y será KPMG quien examine sus cuentas anuales en el próximo ciclo de tres años. Otro aspecto que se ha podido tener en cuenta a la hora de valorar el cambio es la reciente sanción del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas a PwC por infracciones graves cometidas en la auditoría del año 2012 realizada al Banco Popular. Actualmente se encuentra otro expediente abierto por la CNMV a esta misma auditora, esta vez por las cuentas del 2016 efectuadas a este mismo banco, absorbido en 2017 por el Grupo Santander.

Cuando una puerta se cierra…

Manuel Valls Morató, socio de PwC desde 1988 hasta 2013, es actualmente presidente de la Comisión de Auditoría del Banco Sabadell y miembro de su Consejo de Administración, cargo que ocupa desde el año 2016. Durante su estancia en la compañía auditora, ejerció como presidente de PwC Auditores y desempeñó el cargo de responsable de la División de Auditoría entre los años 2006 y 2013.

Durante el tránsito que corresponde entre la salida de Valls en 2013 y la entrada por la puerta del Sabadell en 2016, solo aparece como actividad pública su pertenencia como administrador solidario a una empresa menor, de nombre Erbera M & A, destinada a la compraventa en el sector inmobiliario y constituida un año antes de su salida de PwC.

Esta sucesión de acontecimientos, si bien cumple con el preceptivo legal existente –que estipula en estos casos un año de margen para la contratación– pudieran no corresponder con el adecuado escenario de total independencia que debe presidir la relación entre una entidad y su sociedad auditora, y que más de 30 años de vinculación continuada han podido estrechar en exceso.

¿Quién audita al auditor?

En las inspecciones efectuadas por el ICAC, institución dependiente del Ministerio de Hacienda y encargado de la supervisión pública de los trabajos de auditoría, se evidencia la falta de calidad en los trabajos efectuados por las sociedades auditoras, en lo que se refiere al seguimiento de las políticas y procedimientos de evaluación. Dichos trabajos acostumbran a quedar supeditados a estrategias de negocio o consideraciones comerciales.

Según se consigna en la memoria anual de este organismo, en los trabajos de auditoría de cuentas “siguen subsistiendo deficiencias en procesos relevantes de los distintos elementos del sistema de control de calidad”. Asimismo, destaca que el 50% de la documentación relacionada con estas revisiones padece alguna carencia en los criterios realizados en los encargos de auditoría.

Tras la publicación de la Ley 22/2015, son varias las empresas del IBEX 35 que ya han procedido a cambiar de sociedad auditora. A pesar de que el resultado no vaya más allá de una mera rotación entre las ‘Big Four’ de las auditorías, cabe considerarlo un primer paso en el largo camino de la transparencia e independencia de instituciones que, si bien funcionan en el ámbito privado, disponen del monopolio de unos servicios financieros esenciales en la sociedad.


Este informe su ultimó en mayo de 2019. Desde entonces se han incorporado actualizaciones y seguiremos haciéndolo a medida que surjan nuevas informaciones

Un banco regional a la conquista del mercado anglosajón

En 1881, un grupo de industriales, comerciantes y fabricantes de tejidos de lana y algodón, llegaron a un acuerdo para crear un banco que diera apoyo financiero a sus respectivos negocios. De esta manera surgió el Banco de Sabadell –más tarde desaparecería la preposición–, una entidad que inició su funcionamiento con los modos de una empresa familiar y en la que el traspaso de acciones se encontraba restringido a parientes directos.

Durante el siglo XX, al margen de vaivenes históricos puntuales, la entidad fue creciendo de forma moderada, constante y dentro de su ámbito local. Hasta 1975 no inauguró su primera sucursal fuera de Cataluña. La primera oficina en el extranjero se situó en Londres tres años después, pero no fue hasta 1996 cuando la entidad abandonó su carácter regional y se decidió por una política de expansión, concretada con la adquisición de la filial en España del banco comercial Natwest.

Con unas reservas de alrededor de 600 millones de euros, compró el 80% de Natwest España por 142 millones al británico National Westminster Bank. La operación incluía el 72,2% del Banco de Asturias, que más adelante se integraría en el Banco Herrero. Con esta adquisición nació Solbank, una marca que se especializó en el segmento de jubilados británicos residentes en España, sobre todo en la zona del Levante español y Baleares.

Operación Miami

Las exitosas adquisiciones del Banco Atlántico (2004) y Banco Urquijo (2006), animaron a la entidad de origen catalán a lanzarse al mercado norteamericano al año siguiente, con la compra del TransAtlantic Bank por un total de 175 millones de dólares. A pesar del gran costo de la operación, esta adquisición le sirvió al Banco Sabadell para introducirse en el mercado de Florida. En el año 2008 obtuvieron el negocio de banca privada del BBVA en Miami por 25 millones de euros, a través del cual el Sabadell adquirió posteriormente 10 sociedades offshore en Islas Vírgenes para clientes latinoamericanos.