turismoCamino de Santiago. MACIÀ BLÁZQUEZ

Domesticar el turismo. La proximidad en la desescalada

Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Alba Sud, una asociación catalana especializada en investigación y comunicación para el desarrollo 

El turismo de proximidad puede convertirse en una de las primeras actividades a realizar alejándonos de nuestros hogares, ya sea para pernoctar en una vivienda familiar –en un retorno al origen migratorio–, en residencias secundarias o en alojamientos turísticos. La reanudación del turismo para una desescalada del confinamiento debe obedecer a requerimientos de salubridad, pero también debe asumir su rediseño. En nuestro análisis planteamos la reorientación del turismo tras la crisis de la COVID-19 para combatir el desarrollo geográfico desigual de los espacios de interior, proveedores de recursos y mano de obra en la España vaciada, compensando el subturismo (undertourism) y complementando sus economías agrarias (Blanco-Romero, et al. 2019).

Por un cambio de modelo

En las circunstancias actuales de confinamiento, el tiempo de ocio –el que dedicamos al enriquecimiento personal una vez realizadas las actividades básicas– se limita a actividades recreativas condicionadas por el espacio disponible en nuestros domicilios. Más que nunca tal vez, viajar y hacer turismo se puede echar ahora de menos. La desescalada de la crisis de la COVID-19 tendrá que plantear escenarios turísticos alternativos a los viajes a destinos lejanos si queremos reducir los riesgos para nuestra salud. Esta urgencia puede favorecer un turismo más sostenible, que reduzca su contribución al cambio climático y al desarrollo geográfico desigual, si realmente nos comprometemos a que así sea.

Virtudes y defectos del turismo

Cómo definimos el turismo tiene su complicación e incluso controversia. El turismo como experiencia personal es una forma de recreación, que puede aportarnos intercambio cultural, conciencia socioecológica y de ciudadanía global y contribuir al desarrollo de nuestra inteligencia emocional o del pensamiento crítico. El turismo, desarrollado de manera adecuada como actividad económica complementaria, puede contribuir al mantenimiento de estructuras socio-territoriales equilibradas. En cambio, se ha convertido en una industria turística a partir de la mercantilización del tiempo de ocio. Hasta el principio de esta crisis, la producción de espacios de explotación turística intensiva ha derivado en situaciones de saturación (overtourism) por la extensión de la frontera para la acumulación de capital con impronta territorial y sobre las relaciones sociales (Murray, 2013).

Perjuicios de los extremos: de la saturación al subturismo

La aglomeración, urbana y litoral, del turismo de masas, que deriva en overtourism, responde a modelos de producción industrial del espacio, con elevadas rentabilidades extraídas de su prestación de servicios. Esa urbanización es objeto de especulación financiera, mediante una constante reestructuración inmobiliaria y de la capacidad de sus infraestructuras. Su imagen promocional seduce con espejismos basados en estereotipos recreativos de la clase social que patronea el capitalismo de casino, los súper-ricos parapetados en territorios institucionales que maximizan su rentabilidad: paraísos fiscales y ciudades globales (a menudo, una misma cosa), lujosos barrios residenciales de alta calidad ambiental, amenizados por clases creativas, tan talentosas, como ambiciosas y faltas de escrúpulos (Méndez, 2018). Estos territorios del poder se asemejan a las metrópolis coloniales pero adaptadas a los tiempos de la financiarización, en las que el poder lo ostentan los fondos de inversión. Por otro lado, los territorios complementarios, asimilables en la comparación anterior a las colonias, quedan al margen y son paisajes operacionales: el hinterland del que se extraen recursos, en los que se recluta mano de obra y se vierten residuos (Brenner y Katsikis, 2020). Su existencia es imprescindible en la otra cara de la moneda del desarrollo geográfico desigual, para sostener la explotación intensiva –metabólica, laboral y de extracción de rentas del capital– en los espacios saturados.

Desarrollo geográfico desigual

Overtourism y undertourism muestran los extremos de la polarización que es consustancial al capitalismo. El desarrollo geográfico desigual se expresa territorialmente, por ejemplo, en forma de vaciamiento del interior peninsular y de relleno del litoral, especialmente en términos de flujos de inversión y población. Ello es debido a las economías de aglomeración y de escala, con mayor especialización y división del trabajo, imponiendo la globalización de la movilidad. El desarrollo geográfico desigual depende así de la accesibilidad y de la conectividad, que es lo más amenazado por esta crisis de la COVID-19. En el caso español, caracterizado por una fuerte especialización industrial inmobiliaria, turística y de megaproyectos de infraestructura.

Por otro lado, esta crisis se ensaña con los colectivos vulnerables, agravada por el hacinamiento urbano, también pone en cuestión la ciudad turística monofuncional, que padecía la saturación turística (overtourism), pero que a día de hoy resta dramáticamente vacía por no sabemos cuánto tiempo. En el otro extremo del espectro, los territorios vaciados por el desarrollo geográfico desigual, se caracterizan por el desinterés generalizado, entre otros, del turismo, en lo que podríamos denominar subturismo (undertourism).

Domesticar el turismo en la desescalada de la crisis de la COVID-19

La COVID-19 provoca una crisis sanitaria, pero la crisis económica deviene de nuestra excesiva dependencia de la híper-movilidad y la globalización. La crisis sanitaria ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema. El monocultivo turístico nos hace vulnerables (hasta el punto de calificar estos espacios de “zona cero” de la crisis), además de insostenibles por el derroche de energía y materiales que supone. Un parón como este puede deberse a una pandemia, ataques terroristas, la inundación de las playas por la subida del nivel del mar o a un desabastecimiento energético por las guerras para controlar los menguantes yacimientos de petróleo.

Quisiéramos que una crisis como ésta pudiera ser aprovechada para crear y fomentar redes de solidaridad horizontal, ciudadanía responsable y empoderamiento democrático. Eso es aplicable también al diseño de nuevos escenarios turísticos respecto del problema del desarrollo geográfico desigual, orientado a combatir la polarización social y territorial, entre otras cosas, haciéndolo más “doméstico”.

Redescubrimiento del territorio

El mal trance de la crisis de la COVID-19 puede servirnos, por un lado, para analizar la contribución que el turismo puede aportar a nuestro desarrollo personal y redefinirlo como modelo económico. En este sentido, los escenarios turísticos alternativos de redescubrimiento doméstico del territorio, guiados por la proximidad y la lentitud, pueden promover el control comunitario local de la cadena de valor, su accesibilidad a todo el espectro social o su contribución a la complementariedad económica de territorios desfavorecidos por ese desarrollo geográfico desigual. Ernest Cañada ha desarrollado en su tesis doctoral el concepto de turismo inclusivo, en base a la propuesta de Regina Scheyvens y Robin Biddulph, según el cual sectores empobrecidos o marginados de la economía dominante verían ampliadas sus posibilidades de acceso al turismo, como consumidores y como productores, accediendo también a la toma de decisiones y a la distribución de los beneficios.

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Asunción Blanco y Macià Blázquez


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