turismoPlaya de las Nieves, en Gran Canaria, antes de la pandemia. EDUARDO ROBAINA

España, 50 años bajo el sol del turismo

“España os espera a partir del próximo julio”. Tras meses de confinamiento y el cierre de fronteras por el tremendo impacto de la COVID-19, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha confirmado que España está preparada de nuevo para acoger a los turistas extranjeros que quieran pasar la temporada turística en suelo español. Algo que se hará, en palabras de Sánchez, “con plenas garantías sanitarias”. Antes incluso de que los españoles conociesen qué día van a poder viajar de una provincia a otra, los turistas internacionales ya sabían que a partir de julio podrán disfrutar aquí de sus vacaciones.

Salvar la temporada turística ha sido uno de los mantras del Ejecutivo en las últimas semanas, conscientes de la enorme importancia que el sector tiene para la economía española. El turismo supone el 13% de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) y de él depende un 12% de todo el empleo nacional. Pero, ¿en qué momento España pasó a tener esa dependencia tan estrecha del turismo?

Un sector con cimientos franquistas

La primera piedra la puso el dictador Francisco Franco. En 1959, el país se abrió al mundo a través del Plan de Estabilización. Quedaban atrás dos décadas de cerrazón estatal, de fallida autarquía. Sin saberlo, Franco ponía iniciaba la conformación del sistema económico de un país que desde aquella época sigue arrastrando males endémicos.

La apertura de aquella España gris tuvo especial incidencia en la industria turística. Tal y como explican Pedro Ramiro y Erika González en su libro A dónde va el capitalismo español (Traficantes de Sueños, 2019), “a la vez que se reglamentaba el comercio internacional, se avanzaba en la liberalización del mercado interno, se regulaba el déficit fiscal y se impulsaba el turismo como vía de entrada de divisas”. En otras palabras, se empezaban a levantar los que iban a ser los dos pilares económicos del país: el turismo y la construcción.

Los chiringuitos y las grúas se iban a convertir en figuras inamovibles del paisaje español. En 1962, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento subrayó en su Informe sobre España “el papel vital del turismo como factor de equilibrio” y “la necesidad de atraer una mayor entrada de capital privado procedente del extranjero”. En su ensayo Exportando Paraísos (Alba Sud Editorial, 2014), Joan Buades concluye que estos puntos “promovían la expansión turística y la conversión de España en un paraíso inmobiliario. Desde el punto de vista de la realidad, fueron los que triunfaron”.

España y el turismo: una relación duradera

Los efectos del Plan de Estabilización llegaron pronto. Entre 1961 y 1973, la economía española creció de media un 7% anual. Pero es en los años 70 cuando se produce la gran explosión del turismo, y España se convierte en la meca turística mundial. “Del millón de turistas que habían llegado en 1950, se pasó a recibir 14 millones en 1964 y 34,5 en 1973. El turismo funcionó como una increíble fuente de divisas, que servía para compensar el déficit comercial. En esos años, los ingresos generados por el turismo duplicaron la suma de las entradas de inversión extranjera y de las remesas que enviaban los emigrantes”, explican Ramiro y González.

Al mismo tiempo, las grúas se convertían en un elemento perpetuo en el horizonte español. El símbolo de un país con una economía basada en la terciarización y en el mercado inmobiliario. El turismo, por su parte, “no era solamente una herramienta comercial del régimen, sino que también fue una potente arma propagandística ya que permitía mostrar al resto de países europeos que en España no se vivía tan mal”, señala Iván Murray en su libro Capitalismo y turismo en España (Alba Sud Editorial, 2015)

De esta forma, empresarios cercanos al franquismo empezaban a amasar ingentes cantidades de dinero. Ahí estaba, por ejemplo, José Banús, conocido como “el constructor del régimen”, quien se paseaba por las cárceles eligiendo a presos como mano de obra para sus negocios. Banús comenzó sus carrera con la construcción del Valle de los Caídos, continuó edificando por diferentes barrios periféricos de Madrid y acabó en la Costa del Sol, donde levantó el mítico Puerto Banús, en Marbella. La especulación inmobiliaria llevaba su apellido.

Este no iba a ser el único José que hiciese negocios al amparo del dictador. Subido en el otro pilar económico, el del turismo, Meliá Sinisterra construía su imperio turístico: Viajes Meliá S.A.. Según cuenta Mariano Sánchez Soler en su libro La familia Franco S.A. (Rocaeditorial, 2019), Meliá formaba parte del “clan de El Pardo”, un reducido grupo que conformaban la familia del dictador y un puñado de grandes empresarios.

José Meliá
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Dani Dominguez

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Dani DominguezCoordinador de #yoIBEXtigo. Graduado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Comunicación Política. Con la lupa puesta sobre las grandes empresas. Músico y extremeño.

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