grifolsInstalaciones de Progenika Biopharma, adquirida por Grifols. ZARATEMAN / Licencia CC0

El siglo que dio lugar al grupo Grifols

Josep Antoni Grífols i Roig entró en el mundo de la medicina de mano de su padre, Josep Antoni Grífols i Morera, uno de los fundadores de la Academia Médico Homeopática de Barcelona. En esos años, la ahora denostada homeopatía estaba ganando popularidad en Europa, pero el que después sería fundador de la multinacional Grifols decidió no seguir el mismo camino de su padre y optó por el análisis clínico. Lo cuenta el escritor Genís Sinca en su obra Honorables Catalanes (Columna, 2020), en el que recupera la biografía de personalidades de la sociedad catalana no siempre conocidas por el gran público.

Grifols i Roig se graduó en 1909 en la Facultat de Medicina de la Universitat de Barcelona y ese mismo año fundó un laboratorio de análisis clínicos en esta ciudad junto a su compañero de carrera Lluís Celis Pujol, Ricard Moragas –que al inicio de la Guerra Civil fundaría el servicio de transfusiones de sangre del Hospital de Sant Pau, también en Barcelona– y el doctor Gordan, que era director del Instituto de Bacteriología de Danzig, ciudad polaca en la actualidad –aunque entonces era parte de Prusia– donde Grifols i Roig se especializó en análisis clínicos. El laboratorio, inicialmente llamado Instituto Central de Análisis Clínicos, Bacteriológicos y Químicos, añadiría el apellido Grifols a su denominación en 1923.

Era época de entreguerras y ya la Primera Guerra Mundial había hecho que se disparase el interés por las transfusiones de sangre. En 1920, el médico argentino Luis Agote había descubierto que, aplicando citrato de sodio, la sangre podía conservarse durante seis o siete días. Este descubrimiento dio pie a que Grifols i Roig inventara la flébula transfusora, un sistema para realizar transfusiones de sangre indirectas en condiciones de esterilidad basado en el tubo Kimpton-Brown-Percy pero en el que se reducía la superficie en contacto. En 1928, Grifols i Roig lo patentó en España y Alemania, un año después en Francia y Reino Unido, y, en 1933, en Estados Unidos. 

Sin embargo, el aparato no tuvo éxito comercial y, según narra Víctor Grifols i Lucas, hijo de Grifols i Roig, en sus memorias Amb un suro i un cordill. Vivències d’un empresari de postguerra, un error del organismo oficial encargado de las patentes en Estados Unidos dio lugar a que pocos años después la empresa americana Becton Dickinson patentara el Vacutainer, un sistema que el hijo del patriarca Grifols afirma que es “idéntico” al inventado por su padre.

En 1940, recién acabada la Guerra Civil española y con la Segunda Guerra Mundial en marcha, Grifols i Roig funda, según aparece en la web de la empresa, los Laboratorios Grifols junto a sus dos hijos varones, Josep Antonio y Víctor Grifols i Lucas, el primero de ellos hematólogo y, el segundo, químico y farmacéutico. Nada dice la biografía sobre su hija Josefa Grifols i Lucas

Es a partir de entonces cuando la familia se enfoca en la preparación de plasma liofilizado y en los análisis clínicos. El plasma –parte de la sangre que queda al quitar glóbulos blancos, rojos y plaquetas– liofilizado se conseguía congelándolo y descongelándolo al vacío en presión atmosférica baja, con lo que quedaba deshidratado y se podía conservar durante un tiempo; un sistema utilizado durante la Segunda Guerra Mundial para hacer llegar suero sanguíneo para el tratamiento de heridos en el frente y del que Grifols consiguió la patente de introducción en España durante diez años.

El objetivo de Grífols i Roig era, según explica Sinca, crear el primer banco de sangre privado en el Estado español y, para ello, años antes había enviado a sus dos hijos varones a trabajar junto al doctor Frederic Duran i Jordà, que durante la Guerra Civil había organizado en Barcelona –con el apoyo del Servicio de Sanidad del Ejército Republicano– un banco de sangre, el primer servicio de transfusión de sangre del mundo, en el que se recogía las muestras de los donantes para ser llevada hasta el frente de batalla o para salvar la vida de civiles.

“Los donantes eran voluntarios que donaban sangre a cambio de un lote de comida consistente en garbanzos, aceite, galletas, azúcar y bacalao. Comparado con lo que se podía encontrar en la calle, o sea, nada, era impresionante”, narra Víctor Grífols i Lucas en sus memorias. La familia Grifols había tomado buena nota de ello y Víctor asumiría, según explica Honorables catalans, la dirección técnica de la empresa mientras su hermano Josep Antoni se encargaba de la científica. 

En julio de 1944 inauguraron su oficina en la calle Jesús i Maria, en Barcelona, donde sigue estando su sede central. En septiembre de 1945 la familia abrió el Hemobanco, que consideraba donantes potenciales todas aquellas personas que “tuvieran buena salud comprobada, buenas venas y un domicilio fijo en Barcelona o una población cercana”, cita la crónica Cuando un sueño se cumple, que cifra en 1.300 los donantes regulares de los que disponía el banco de sangre seis años después y que recibían una remuneración por su plasma. El plasma se conservaba a temperatura ambiente durante cinco años y era vendido a hospitales de toda España. Pero pronto el Régimen franquista expropió la patente para el procedimiento de liofilización que permite conservar la sangre y dejaron de tener el monopolio. 

Un nuevo paso en el negocio de Grifols

El siguiente gran hito de la empresa familiar sería la fundación, en 1957, de Gri-Cel por parte de Víctor Grífols i Lucas y Guillermo Celis, compañero de estudios y también médico. Gri-Cel diversificó la actividad de la familia añadiendo a la biomedicina el diseño y fabricación de instrumentos de laboratorio, iniciando una estructura empresarial vertical que el grupo Grifols potenciaría en sus siguientes años. Poco después de la muerte de Josep Antoni Grífols i Lucas, enfermo de leucemia, con 41 años, llegaría un nuevo punto de inflexión: la asociación con la empresa norteamericana Dade-Reagents, dedicada a la producción de reactivos para análisis clínicos. El resultado sería Dade Grifols, una empresa creada en 1960 repartida al 50% y que se dedicó a la venta en España de los reactivos fabricados por la compañía americana. Se daba así el primer paso de una estrategia de internalización. 

Dade fue absorbida en 1966 por la American Hospital Supply Corporation (AHSC), que durante medio siglo había sido la mayor distribuidora de productos sanitarios en los hospitales de Estados Unidos y que, tras dos años de negociaciones, se hizo con el 50% de las tres sociedades de Grifols –Laboratorios Grifols, Gri-Cel y Dade-Grifols–. 

Ello supuso para Grifols poder comercializar en España instrumentos clínicos americanos tanto clínicos como quirúrgicos o de cardiología, pero también ampliar la cartera de clientes para productos propios, como la centrífuga de Coombs, un sistema ideado por Víctor Grífols i Lucas y patentado en 1968 que automatizaba las dos fases de la prueba de Coombs, con la que se detecta la presencia de anticuerpos en el suero del receptor de una transfusión de sangre que reaccionan con los glóbulos rojos del donante en transfusiones de riesgo. Fue “escuela de negocios” para la familia catalana, según palabras de Víctor Grífols Roura recogidas en Cuando un sueño se cumple.

Se acercaban los 70 y el cambio generacional. En 1976 moría, con 91 años, Josep Antoni Grífols i Roig. Tres años antes se había incorporado a la compañía su nieto, Víctor Grifols Roura —hijo de Víctor Grifols i Lucas—. Por entonces, las empresas de los Grifols no estaban centradas en la obtención, tratamiento y comercialización de los derivados del plasma, sino en soluciones clínicas. La mayoría de sus 350 empleados trabajaban en la fábrica que en 1972 inauguraron en Parets del Vallés, que sigue siendo su principal centro de trabajo en España, con más de un millar de trabajadores. Grifols Roura, como director comercial, impulsó las ventas a través de una red de vendedores a comisión dependientes de las delegaciones que el grupo empresarial tenía en Valencia, Sevilla, Madrid, Barcelona, Bilbao y A Coruña. En 1981 la empresa facturaba 1.200 millones de pesetas.

En 1982, Grifols buscó un nuevo socio internacional. Alpha Therapeutic Corporation, propiedad de la japonesa Green Cross Corporation se hizo con el 50% que AHSC tenía hasta entonces en Laboratorios Grifols. Era la principal empresa en obtención de plasma en Estados Unidos y, 20 años más tarde, sería comprada por Grifols, pero por entonces le serviría de ejemplo. Green Cross también había empezado, como Grifols, con un banco de sangre privado pero tuvo que lidiar con la prohibición de la exportación de sangre decretada en Japón, por lo que se hizo con Alpha, empresa con la que conseguía en Estados Unidos plasma para vender por todo el mundo. A su vez, su entrada en Grifols le abría el mercado europeo. Grifols ganó mayor peso en Estados Unidos y su primera gran exportación de derivados del plasma a China, en 1983, a través de una filial de Green Cross en Hong Kong.

La compra de AHSC, que aún mantenía el 50% de Gri-Cel y Dade-Grifols, por parte de la multinacional Baxter-Travenol provocó que las empresas de Grifols sufrieran una reestructuración que llevaría a la conformación del actual Grupo Grifols formado por las sociedades Grupo Grifols S.A. como matriz, y las sociedades especializadas Laboratorios Grifols –dedicada a la fabricación de fluidoterapia intravenosa o soluciones parenterales–, Instituto Grifols –enfocada en los derivados del plasma–, Diagnostic Grifols –productos clínicos–, Movaco –para la venta de productos externos a Grifols– y Logister –la última empresa del grupo hasta la fecha, dedicada al software y hardware hospitalario–.

En 1985, España, como ya habían hecho otros países europeos y como recomendaba la Organización Mundial de la Salud, prohibió la venta de sangre. La nueva legislación permitía la compensación económica de los donantes pero obligaba que la entidad que sustraía el plasma fuera sin ánimo de lucro. 

Dos años después, Grifols constituyó el Hemobanco de Barcelona como entidad sin ánimo de lucro. Finalmente se quedó con Hemo Barcelona, ante la advertencia por parte del Banco de España por la inclusión de la palabra “banco” en la denominación. Por entonces, según publica El País, los donantes recibían 2.500 pesetas por donación. Pero su negocio sanguíneo en España cada vez se topaba con más obstáculos. En 1989, el Ministerio de Sanidad retiraba una campaña publicitaria de Grifols para fomentar la donación de sangre que “asimilaba el cuerpo de los donantes –más exáctamente el atractivo cuerpo de una mujer en bañador– a un surtidor de gasolina”, explicaba entonces El País

Un año después, y tras cerca de medio siglo, el principal banco de plasma privado de España cerraba sus puertas. “Seguiremos produciendo hemoderivados con plasma importado de EEUU, que, por cierto, se obtiene de donaciones retribuidas», afirmaba Grifols Roura a El País. Y en ello estaban.

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Ter GarcíaRedactora y miembro del colectivo editor de El Salto. Entre 2012 y 2016 formó también parte del colectivo editor de Diagonal.

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